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Estaré subiendo por aquí mi primer fanfic de la pareja Takari :3 Esta versión presenta algunas modificaciones con respecto a la original, que está subida en otra página.
Por cada post subiré dos capítulos, uno de Takeru y otro de Hikari. Son 19 capítulos cortos y una carta.
Los personajes aquí presentes son propiedad de Akiyoshi Hongō.
TAKERU
Miró la fecha en el calendario de su teléfono celular: 24 de diciembre de 2005. El año llegaba a su fin, y él esperaba que el siguiente fuera mejor, más esperanzador. Aunque si el elegido del valor no se había atrevido a confesar sus sentimientos, ¿qué le hacía pensar que él sí lo haría?
Tenía una extraña sensación que combinaba en partes iguales la ilusión y los nervios de que llegara el día siguiente, de estar con ella. Tendría una nueva oportunidad, pero ¿qué le diría?
Se colocó el abrigo que le eligió Patamon ya que el día estaba nublado y muy frío. La noche anterior había nevado. Probablemente lloviera dentro de poco, por lo que también agregó el paraguas a los objetos que portaba. Por costumbre, el digivice formaba parte de aquel listado, así que lo guardó en el bolsillo de su pantalón antes de salir del departamento de su madre.
Ya cerca de su destino, unas débiles gotas comenzaron a caer del cielo. Takeru continuó caminando sin abrir el paraguas. De vez en cuando era agradable dejar que la lluvia limpiara la impureza del cuerpo y la mente.
Pronto la visión de alguien en particular interrumpió sus pensamientos: su amiga parecía estar esperando a alguien resguardándose de la lluvia debajo de un toldo.
—Buenos días, Hikari —dijo con sorpresa, inclinándose un poco hacia delante para formar una torpe reverencia.
La chica, que no lo había visto llegar por quedarse observando la vidriera del local, hizo también una pequeña reverencia y respondió al saludo del rubio.
—Buenos días, Takeru.
Él se dio cuenta de inmediato que la chica no iba acompañada de su hermano mayor, lo cual le extrañó bastante, pues Hikari era casi como una garrapata de Taichi. No podía dejarlo solo ni veinticuatro horas, que ya se le notaba que le faltaba una parte de su ser. Eso lo incomodaba un poco.
—¿Y Taichi? —preguntó, observando hacia ambos lados para cerciorarse de que no estaba por allí cerca.
—Irá directo de su entrenamiento de fútbol. Por eso vine a esperarte —. Le sonrió con la calidez que le faltaba a la tarde.
—Ya veo. Entonces... ¿nos vamos?
—Claro.
Cada uno abrió su paraguas y juntos emprendieron el camino hacia su meta final: la oficina de Koshiro, que quedaba a unas cinco calles de allí.
—No parece que vaya a detenerse pronto —comentó ella mirando al cielo con una expresión de nostalgia.
—Es verdad. Según las noticias continuará lloviendo hasta la noche. Pero mira el lado bueno: al menos no está nevando.
—Sí, es cierto.
Se sonrieron tímidamente, un gesto muy común entre ellos.
Mantenían del uno al otro una distancia aproximada de un metro que a Takeru le daba la impresión de que eran como cien. La miraba de reojo cada tanto pensando en lo mucho que había cambiado Yagami en todo el tiempo que la conocía y que, paradójicamente, seguía siempre igual. Igual de agradable, amable, fuerte, valiente; todas las cualidades que él admiraba pero que nunca le había hecho saber con palabras, pero que otros ya se lo habían resaltado tantas veces que le parecía redundante recaer en ello.
Las conversaciones que tenían eran mayormente silenciosas, impregnadas de miradas intensas y cómplices que reemplazaban a las palabras. Se entendían a su manera.
De la nada, como una de las tantas veces, le llegó a la mente el día en que su amiga fue consumida por la oscuridad, cuando Taichi fue dado por muerto y él se quedó a solas junto a ella esperando a que despertase del desmayo provocado por la fiebre. Cuando recordaba las palabras de Patamon, su rostro se ponía rojo y comenzaba a imaginar qué hubiera ocurrido si se hubiese atrevido a confesarle sus sentimientos. Pero en aquel momento no había encontrado ninguna forma de consolarla, y ni Hikari ni las circunstancias de la batalla le habían dado la oportunidad de hacerlo.
De eso habían transcurrido unas pocas semanas, y aun no había hallado el valor para hacerlo.
—¿Takeru? ¿Te ocurre algo malo? —preguntó la castaña. No había notado que estaban ya en la puerta del edificio. ¿Hacía cuánto?
—Eh... no, nada. Estoy bien —. Sus mejillas se encendieron ante el recuerdo y ante la pena de estarla haciendo esperar para tocar el timbre del departamento del pelirrojo, pues la lluvia se había intensificado y si no se apresuraban a entrar, acabarían empapados.
—Mmm... de acuerdo — respondió no muy convencida, pero la conversación acabó allí, y él presionó el botón que indicaba “IZUMI”.
HIKARI
¡¡3... 2... 1...! ¡¡FELIZ AÑO NUEVO!!
Los seis integrantes de la familia Yagami estaban celebrando en el departamento. Los digimon se encontraban fascinados por el espectáculo de fuegos artificiales y por poder compartir con sus humanos aquella fecha especial.
Cuando hubieron acabado los saludos familiares, Hikari tomó su teléfono y les envió mensajes a algunos de sus amigos, quienes respondieron prontamente deseándole prosperidad y el cumplimiento de sus deseos. Hikari se sentía feliz, y tenía buenas expectativas para el año que acababa de iniciar.
Miró el almanaque que colgaba de la puerta de su habitación, con los días importantes remarcados y anotaciones en los costados. Vaya... ya 2006... ¡El tiempo pasaba tan rápido! Le resultaba increíble pensar en todo lo que había vivido desde que entró por primera vez al Digimundo, en todos los cambios que hubo en su vida.
Después se ayudar a su madre a lavar la vajilla, se acostó temprano, pues le esperaba una jornada larga y llena de aburridos deberes escolares.
El día primero de enero transcurrió como cualquier otro hasta el mediodía, cuando se cambió de ropa y se puso un lindo y abrigado conjunto rosa y blanco y se retiró del departamento de sus padres con un paquete en la mano, envuelto a modo de regalo.
Llegó al lugar pactado hacía ya tres años con unos minutos de retraso, pero su mejor amigo estaba esperándola paciente sentado en un banco, con su regalo sobre las piernas y el teléfono celular en una mano. Probablemente estaba considerando llamarla, pero en ese momento corrió la vista y al verla acercándose guardó el aparato en el bolsillo. Se puso en pie con una sonrisa y los ojos brillando con una intensidad que Hikari ya había notado posteriormente pero nunca se había detenido a ver con seriedad hasta entonces. Parecía como si el sol estuviera bailando en ellos.
Ella le respondió con otra sonrisa leve, observando por primera vez con detenimiento el rostro emocionado de Takeru. Se preguntó internamente a qué se debía tanta alegría.
—Buenos días, Takeru.
—Buenos días, Hikari. Vaya, estás muy elegante hoy.
—Muchas gracias. Tú tampoco estás nada mal.
—Y eso que me esmero en estar mal arreglado.
Ambos rieron, y a continuación intercambiaron los regalos. Al principio les parecía extraño y hasta vergonzoso hacer aquello, pero pronto dejaron a un lado la timidez y los bochornos y continuaron con aquella especie de pacto en la que cada uno agradecía al otro por todo lo que le había ofrecido durante los trescientos sesenta y cinco días anteriores.
Takeru abrió el paquetito que le entregó la castaña, y encontró dentro un reloj con una nota con una pequeña dedicatoria donde expresaba sus buenos deseos para el año que comenzaba. Hikari hizo lo propio con su caja envuelta y extrajo de su interior un oso de peluche de color rosa. Lo abrazó con ternura.
—Es hermoso, Takeru. Muchas gracias —. Volvió a apretar el animalito contra sí y luego agregó, al ver que el rubio enroscaba el reloj en su muñeca izquierda para poder abrocharlo: —. Espera. Aun no te lo pongas. Dale la vuelta.
En el dorso del aparato, Yagami había hecho grabar el emblema de su amigo.
—Vaya, qué detalle, Hikari.
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