II
"Hay malos sueños para aquellos que duermen imprudentemente"
En compañía lograba pasar desapercibido el tiempo que se tomara hasta la caminata más larga, así se arrastrasen los pies en completo silencio, apenas intercambiando preguntas que pudieran responderse con monosílabos. Así suscitó la interacción entre los humanos y los digítales en lo que se colaban a la mansión por la parte trasera, observando más el rededor que compartiendo a través del verbo.
Coronamon no dudaba en fotografiar cualquier escenario que pudiese utilizarse cual postal. El jardín de las imponentes rosas rojas era mucho más extenso que el bosque de troncos altos y flacos que admiraron desde el tren. Quien velase por el cuidado de esas plantas sin duda tenía buena mano; un notorio amor por ellas. Sin temor a equivocarse, ninguno negaría que de las mismas se desprendía un aroma particular: ¿dulce? ¿Ácido? ¿Ligeramente metálico? Vanya tampoco desaprovechó la oportunidad de perpetuar la silueta de su tamer en varias tomas fotográficas.
Y mientras él amenizó el recorrido con su hobbie favorito, Shura no obvió dos cosas evidentes e intrigantes: Coronamon no perdió su buen ánimo, pero su modo hablador se apagó desde el instante en el que el enmascarado y V-mon se les unieron; lo segundo, el hombre echó vistazos prolongados hacia ellos sin siquiera dar chance a suposiciones sobre su acto. De repente dio la sensación de que quiso decirles algo… un mensaje que ni se reproducía. Por suerte que el desconocido tan callado no era. Con su compañero digital estuvo dialogando de vez en cuando.
Un par de impmon les cortaron el paso a todo aquel que estuviera a nada de entrar a la residencia. Su sentido carismático bastó para conglomerar a los que buscaban llenar el papel de chef, en un inicio haciendo malabares con unas pelotitas de goma que fácilmente intercambiaban al lanzárselas.
—¡Acérquense y admiren nuestro acto! —anunció uno de los child.
Como si fuera la cosa más maravillosa de la vida, muchos digitales se aproximaron casi encerrándolos en un círculo. Vanya miró a Sasha en búsqueda de confirmación sobre si sería prudente ceder, no obstante, poco antes de darle el visto bueno, el enmascarado levantó la voz para que la fémina y el sagrado pudieran captarle. “Hay otros digimon observando desde el interior. Cuchichean.” La única que agradeciera la disfrazada advertencia fue Gaia; por encima de la misma, coronamon tomó su cámara e inició una serie de fotografías corridas.
El par igual detuvo su entretención para dar un discurso al unísono, nada relevante; solo entorpecedor. De la nada uno a uno, aunque no todos, empezaron a manifestar molestia por un toqueteo que enseguida achacaban al que estuviera a la derecha de los afectados. Varios fueron los bufos, no faltaron las insinuaciones de ataque si “ese” continuaba con la broma pesada de la cual no tenía consciencia, pues los verdaderos culpables no eran visibles.
V-mon soltó una carcajada que llamó la atención del otro ígneo y la eslava. No le cuestionaron, pero el de rasgos felinos le miró con suspicacia. Varios de los solicitantes por el puesto a chef se descubrieron con las patas despegadas del suelo y casi exigiendo ser soltados por lo que sea que les estuviera jugando una broma. Unos bakemon se evidenciaron antes de dejarse convencer por los desesperados, convenientemente haciéndose pasar por desentendidos de lo que pudiera sucederles a esa altura (considerable). Entre la impresión de varios, el miedo de los que yacían en el aire y la risa descojonada de los impmon, el mandato fuerte y claro de una chica vestida con ropa gótica obligó a los fantasmas a rescatar a sus víctimas.
Los bakemon abuchearon la decisión y acataron sin rezongar demasiado. La recién llegada ordenó que entraran a la mansión a los clones bromistas.
—¡No estoy dispuesto a entrar a esa mansión de locos! —declaró un gabumon algo enfadoso.
—Este trabajo no lo vale. —Bufó un agumon indignado. —Para empezar, nos traen por la parte trasera como si fuéramos indignos de estar aquí.
—Es que eres indigno —contestó un picodevimon motivando las risas de otros trabajadores de la mansión, porque los impmon, los bakumon y la chica (aunque no se riera) eran parte de ese gremio laboral.
—¡Me largo! —anunció algún digital entre el grupo, prácticamente motivando a otros a secundar su decisión.
A los trabajadores de la mansión Overdell no les pareció extraño que una cantidad de postulantes terminara retirándose, más fue de conmoción que unos trucos tontos dispararan el temor de todos esos. Indignos. Picodevimon suspiró, enseguida pidió a los “valientes” que se acercaran. Prestó especial atención a V-mon y su tamer casi soltando un comentario que pudo sonar comprometedor, agradeciendo a la de apariencia púber haber interrumpido su cuasi impulsividad.
—No tenemos tiempo que perder. —Hasta entonces nadie había reparado en la pistola que llevara en su mano derecha, porque con ella apuntó hacia la puerta en forma de arco e hizo un movimiento con su cabeza. —Todos, ¡adentro!
—Relájate, Noir —la aludida prefirió ignorar lo dicho por picodevimon —. ¡Hey! ¡Sabes que me necesitas para esto!
El de color gris fue uno de los últimos en pasar el umbral. La entrada les condujo a una estancia muy pequeña que conectaba con una escalera hacia el sótano. Las paredes eran frías y la luz escasa. Gracias a la flama de coronamon no fue un problema recorrer los pasillos hacia quién sabía dónde. La modelo sintió curiosidad sobre lo que pudiera estar pensando el enmascarado, mas no se molestó en preguntar. Él y V-mon iban adelante y en ningún momento hizo ademán de voltear.
La de vestimenta gótica les invitó a pasar a una habitación en las que había largas mesas de madera. No tenía ventanas, tampoco ventilación interna. Gaia empezó a sentirse incómoda; cada lado de su rostro comenzó a humedecerse de a poco, un hormigueo a estorbar en sus manos y sus pálpitos a acelerarse a la vez que sus pulmones le hacían creer que respirar era la labor más complicada de la vida. Movió sus ojos en busca de algo que matara la semilla de la ansiedad. Quería poder bloquear sus propios pensamientos intrusivos que exageraban su situación; ventilarse al tirar del cuello de su blusa tampoco ayudaría.
—Vanya... —pronunció en un tono increíblemente bajo. —Vanya. —Supo que él no le escuchó porque estaba inmerso en lo que sea que estuviera diciendo la chica que los llevara hasta allí. —Vanya. Va...—Dio un paso con su diestra levantada, con la intención de alcanzar al sagrado, a contracorriente de su voz interna pesimista y asfixiante. De repente volteó la cara para encarar a quien le sujetara la mano.
Sasha estaba estupefacta además de aturdida por los efectos de la claustrofobia, pero se dejó ayudar por el enmascarado porque sentir el calor de alguien más le hacía entender a su cerebro que no estaba sola en su encierro. A raíz de eso logró relajarse, mucho más al ver la motivación del chico al mover su mano libre de arriba hacia abajo. A pesar de la máscara pudo escuchar lo que dijera.
—No contamos con mucho tiempo —los oídos de la ucraniana filtraron la voz de la tal Noir, por fin—. Y necesitamos saber quién de ustedes logrará replicar las milanesas sangrientas que tanto ama nuestro amo.
—¿Tendremos que competir por el trabajo?
—Escuchaste bien —prosiguió picodevimon—. Tendrán un par de horas para elaborar la mejor milanesa sangrienta. Elegiremos al mejor y esta misma tarde regresará a la ciudad para preparar un gran banquete.
—¿Y qué ganaremos luego de esto? —La duda fue la misma de uno que otro digital.
—¡Cualquier cosa que venga de nuestro amo será buena! —Se acercó revoloteando a ese que cuestionara.
—No pierdan el tiempo —continuó Noir—. Los utensilios están por allá.
—Estaremos vigilando —un par de bakemon adoptaron su forma visible, pero quien hablara fue un candlemon que se encargaría de iluminar junto a otros de su misma especie.
—¿Escuchaste eso Shu... —Lo primero que visualizara fue la unión de la mano de su tamer y del muchacho. Gaia captó el significado de su abrupto silencio y la expresión de su rostro, no tardando dos segundos en recoger su extremidad. Vanya atizó al sujeto.
—Buena suerte. —Díjoles en lo que se marchaba.
—No necesitamos su suerte. —Coronamon se cruzó de brazos. —¿Por qué le sujetabas la mano? Pensé que solo hacías eso con Dylan. —Las palabras se atoraron en la garganta de la humana, no así la reacción de su cuerpo al escucharle. —¡No me agrada! —declaró entre dientes.
—Vanya, ¿qué te sucede?
—Contéstame.
La eslava no lo hizo, menos consideró responder hasta no comprender la actitud del ígneo. Repuesta de su pasada y corta crisis, elaboró una lista mental de posibles razones que estuvieran detrás del desagrado de Vanya hacia el extraño humano. No concebía que pudiera estar celoso porque él no era así; con Theo Vryzas no se comportó de esa forma. Que supiera, el enmascarado no les había hecho nada... ¿o tal vez sí y no lo notó? Gaia adoptó la misma postura de Coronamon: manos en la cadera, una mirada demandante, nariz respingona. Bueno, ese último detalle solo lo imaginó la de hebras blancas para amenizar las cosas en su interior.
El sonido de los instrumentos culinarios atrajo los azules de la fémina. Todos ya se encontraban enfocados en la primera parte de la elaboración.
—No vinimos aquí a discutir —bisbiseó la medium —. ¿En qué puedo ayudarte?
—Tal vez no debimos venir. —Echó un largo suspiro que dejó sorprendida a su mejor amiga. —Primero debemos sazonar el filete. —El refrigerador estaba en el cuarto contiguo. —Yo voy. —Se adelantó a decir desde que viera a Gaia intentarlo.
La modelo liberó su pecho al soltar una gran cantidad de aire. Observó un instante el recorrido del child, empero se encontró siendo escudriñada por el compañero de V-mon. Su frente se arrugó levemente, gesto que variara al presenciar cómo no fue capaz de sostener un envase que le entregaba el dragón. Sasha se limitó a sonreír con burla.
Vanya depositó el trozo sobre una tabla. Era el filete más ensangrentado que jamás hubiera visto. No le molestaba tocar la comida cruda, ensuciarse con residuos o que se le pegaran de los dedos... empero, el combo entre lo visual y lo táctil disminuían puntos a su tolerancia. Tuvo la idea de limpiarse las manos, aunque desechara la idea rápido. Sería una pérdida de tiempo.
—¿Y? —Sasha le sacó de su trance.
—Condiméntalo de la manera simple.
—¿Será suficiente? —Fugazmente echó un vistazo a la carne súper roja. Tanta sangre le preocupaba.
—No quiero opacar el sabor de la sangre —Gaia se colocó unos guantes que luego tendría que retirarse al ser reprendida por su digimon —. Es mejor cocinar a manos limpias.
—¿Hay alguna diferencia? —Pensó que el de fuego estaba siendo algo radical con el proceder. De todas maneras obedeció, tomó la sal, pimienta y bañó el trozo dándole toquecitos amables.
—¡Qué horror! ¡No pudiste vomitar en otra parte? —Gritó uno de los candlemon. Todos observaron al guilmon que colapsó después de devolver su estómago. Los bakumon no contuvieron las risas.
[…]
En la extensión superior a la que se hallaran los cocineros, picodevimon no paraba de rezongar mientras volaba de un lado hacia el otro. Era difícil entender lo que dijera porque lo escupía entre dientes. Ante la llegada de otro digital con alas se detuvo con exabrupto, maldiciendo la horrible sensación de atragantarse con sus propias palabras.
—¡Nos habían dicho que no podrían preparar las milanesas! —Fue la bienvenida que le diera al recién llegado, quien no pareció inmutarse.
—¿Entonces sí están aquí?
—¿Qué clase de burla es esta, tsukaimon? ¡Sabes que el amo adora las milanesas que prepara tu humano! —Ni tenerlo a centímetros envuelto en cólera hizo que el purpúreo variara su expresión.
—No es mi humano. —Aterrizó entre los brazos de Noir para ser acariciado en la cabeza. La “adolescente” se encontraba en completo silencio. —Es amigo de mi humano.
—¡Cómo sea! Ahora debemos degustar varios platillos sin necesidad.
—¿Desde cuándo la comida gratis es un problema? —picodevimon bufó aún más al ver a la vestida de negro reír. —Despáchalos a todos desde que terminen, salvo a uno.
—No estoy dispuesto a aceptar a cualquiera por tus caprichitos. —Aterrizó sobre una mesa. —Sabes cómo se pone el amo si no obtiene lo que quiere.
—Y el premio al más lamebotas es para... —Tsukaimon alzó vuelo—. Nunca hemos quedado mal con tu amo. Ahora me voy. Debo informarle a Vladimir sobre lo cabezota que es su querido amigo.
Ahora más que nunca se preguntaba qué había conversado con Vamdemon la noche anterior. Estuvo a punto de chocar con él tras su salida en esa ocasión. Conociéndolo y el que se hubiera molestado en ir hasta allá para averiguar sobre “el experto” en las milanesas sangrientas que amaba su amo, le hizo sospechar que el rechazo a la realización del banquete fue planeado, parte de una gran orquesta que empezaría a desarrollarse desde que eligiera al chef encargado de la especial cena.
Noir le envió saludos al tamer de tsukaimon.
[…]
Un contendiente menos, un paso más cerca de ganar. De ganarle al enmascarado, sobre todo. Aunque Vanya estuviera inmerso en su labor, no podía dejar de pensar en ese sujeto por lo que le hiciera asociar su aroma. Ya tenía preparada la mezcla para empanizar el filete, misma que desprendía un olor agradable, picoso; nunca decepcionaba un platillo satisfactorio para el olfato que hubiera cocinado el ígneo. Gaia le ayudó a limpiar y ordenar los utensilios.
—¿Harás alguna salsa? ¿Una guarnición? —Coronamon asintió. En lo que se sellaba el filete, agarró un contenedor redondo en el que vertió unos tomates. Por un instante se fijó en lo que estuviera haciendo v-mon y su humano, lo que lamentara un montón al verlos realizar lo que él estaba casi iniciando. La flama de su cabeza se disparó sin causar estragos. —Las grandes mentes piensan igual. —El felino no estuvo de acuerdo con esa afirmación producto de su terquedad.
Vanya no utilizó más que sus manos para aplastar la fruta, y en lo que lo hiciera fue dejándose percibir enfadado. El tomate explotaba debajo de sus nudillos, seguro que en su cabeza estaba resultando terapéutico desahogarse de esa forma porque por segundos aplicaba más fuerza. No se le hizo complicado volverlo puré ni le costó tiempo, lo que para Gaia resultó a medias positivo bajo la denominación de ejercicio de relajación. La realidad era que no estaban allí para rebajar tensiones sino para cocinar.
—Detente. —La ucraniana metió una mano en el bowl, colocándola sobre la ensuciada de su digimon. Por más molesto que estuviera, nunca fue de esos que armaban una coraza impenetrable en pos de empeñarse en sus pareceres como buenos y válidos. Coronamon observó a Gaia a los ojos. —Lo que cocinamos puede reflejar nuestros sentimientos, ¿no es así? —Notó que el ceño del elemento caliente se arrugó un poco. —No entiendo qué te sucede.
—Hace mucho me enseñaste que no todo el mundo iba a caerme bien. —Ella no desmintió eso.
—¿Te hizo algo? —Apretó levemente la mano del sagrado. —Puede que no lo haya visto.
El child repasó la pregunta varias veces, como si su cerebro tuviera que descodificar algún mensaje oculto para interpretarlo con éxito. Nada más alejado de la verdad. A coronamon no se le hacía complicado encontrar las palabras correctas para responder, pudo haber escupido lo que hiciera sentir incómodo al supuesto órgano que existía en su pecho; o lo que figurativamente los humanos llamasen alma. Su tamer insistió por cómo le estaba viendo.
—Ha hecho... —El estruendo de unos cucharones cayendo al suelo distrajo a todos. —Debo dar vuelta al filete, ¿podrías verter la pasta en ese pote?
—¿Sin condimentos? —Su mejor amigo contestó afirmativamente.
Al cubrir el cilíndrico envase le dejó a un lado en la mesa. Estaba segura de que Vanya le diría la razón de su actitud arisca, digno modelo de la foca ególatra con la que alguna vez compartieran piso. Reparar en el detalle le hizo recordar lo que le preguntara el felino. Despacio fue retrayendo sus dedos diestros deseando revivir el cómo se sentía aquella calidez en su piel. Entonces enderezó su mano de golpe, plantándola firme sobre la madera, ahuyentando la nostalgia. El movimiento le valió la atención de su compañero.
—No te dejaré en paz hasta que no me digas.
—Está bien —colocó el filete en un platillo—. Tú nunca me estorbas.
—¿De qué me he perdido o de qué me estoy perdiendo?
—¿Podrías pasarme la salsa? —Otros digitales yacían emplatando su muestra. No todos coincidieron en aderezarlo. Al girar un cuarto para alcanzar la botella plástica, Shura encontró raro que no pudiera lograrlo solo extendiendo su brazo. No recordaba haberla puesto tan lejos. —Bien, echaré un poco en esta taza para que picodevimon se sirva a su gusto.
everyday