A Impmon le costó varios intentos despejarse por completo. La cabeza le daba vueltas y tenía la vista borrosa, a parte sentía un dolor agudo en el cuello, producto del golpe que le dieron para que no fuera a contraatacar. La primera vez, cuando abrió los ojos, le pareció ver que Haru se hallaba delante de un espejo, con la atenta vigilancia del señor que les abrió la puerta. Tenía sentido que ella no pataleara ni probara a escaparse, ¿verdad? Sería un suicidio estando sola, sobre todo con dos Digimon presentes...
En la segunda -aunque en esa ocasión creyó que estaba soñando-, se topó con su Tamer haciendo poses extrañas, vestida con una forma peculiar que no reconocía a sus ropas casuales. Un fogonazo de luz impactó en la sala y le obligó a cerrar los párpados.
Finalmente, para cuando pudo recobrar la consciencia por definitivamente, se encontró con una escena que le asustó. El tipo que les habló en la puerta estaba tratando de quitarle la ropa, pero Haru pataleó y se negó rotundamente a continuar con ese “trabajo”, palabras textuales de ella. Aún tardó un poco en centrar la vista, pero para entonces, su reacción se antepuso a sus diálogos. Comprobó que PicoDevimon aleteaba por la habitación y que se acercaba a su Tamer, probablemente para sumirla en un sueño y permitir que el sujeto hiciera lo que quisiera con la muchacha... Y eso... eso no podía permitirlo. Sería inmadura, irresponsable, quejica y le sacaba de sus casillas, pero era su apoyo, su carta... Su única amiga.
Su cuerpo se incorporó y se arrojó como una lanza en dirección del murciélago. Sus manos rodearon las alas del Digimon y lo tiraron al suelo, sorprendiendo a la criatura y también al hombre, quien abrió los ojos y soltó las prendas. PicoDevimon gruñó, mas le fue imposible quitarse de encima al demonio o devolverle un ataque, dado que en esa posición, ni siquiera le alcanzaba con sus garras. Los dientes arañaban la tarima de la sala con cada intento de acción, inútilmente.
—¡Akuma! —exclamó Enoshima con una sonrisa, como si aquello no fuera un trauma para ella. Dirigió su mirada a su compañero y luego a la esquina, donde la mochila reposaba tranquilamente encima de más prendas. No iba a poder ayudarlo con cartas.
Sin embargo, el otro Tamer sí tenía su colección a disposición. Metió las manos en los bolsillos, sacando los naipes y el lector correspondiente. Y cuando estuvo a punto de deslizar dos por el aparato, la puerta de la habitación se abrió de un portazo, revelando la figura de un pelirrojo con expresión de pocos amigos. Y detrás de él, su aliado, el humano de Rinkmon, que yacía sentado en el pasillo, dormido. El fantasma de Bakumon desapareció después de acatar la orden de su invocador, cumpliendo su labor y despejando parte del peligro.
—¡Desgraciado! —bramó el otro. Una carta se le escapó de los dedos, pero la siguiente se llevó a cabo.
El efecto se materializó alrededor de la criatura voladora, otorgándole el cuerno de Lightdramon, el cual activó y electrificó a Impmon. El Digimon, recién despertado y herido de antes, sintió todo su cuerpo temblar y desplomarse hacia atrás. Un pensamiento fugaz cruzó por su mente, tratando de sacar fuerzas de donde pudiera, obligándose a luchar con la poca energía que le quedaba... Pero aunque no deseaba por nada del mundo que Haru se involucrara en problemas de adultos, él todavía no tenía el poder necesario para protegerla...
Y entonces, el puño de Llednar brilló intensamente de un color rojizo y se clavó en la mejilla del Child. El hombre esbozó una sonrisa narcisista, a la espera de que su Digimon se riera y le mandara un ataque directo, pero el gesto se le borró rápidamente cuando, en vez de eso, se aturdió de tal manera que no logró mantener el vuelo y aterrizó, incapaz de usar nuevamente el efecto chispeante.
—¿Quién... eres tú...? —murmuró el captor, asustado, echándose hacia atrás hasta que su espalda tocó una estantería.
—¿Qué te han hecho? —Su voz y ojos se dirigieron a la muchacha, aunque tenía los puños apretados.
—¿A mí? —Haru se señaló a sí misma. Llednar asintió— Fotos. Muchas fotos. Pero todas horribles, no tienen ni idea de sacar fotografías decentes. Y encima mezclan la ropa de los personajes, ¿te lo puedes creer? Ya en la última me he tenido que negar, qué bochorno ponerme algo de un villano y un héroe al mismo tiempo, eso no se hace.
El pelirrojo frunció el ceño. Le había dado de repente demasiada información que no guardaba relación con sus pensamientos iniciales.
La velocidad de Rinkmon era su cualidad más preciada. Solía deslizarse de un lado a otro para marear a su rival, hasta que de la nada, aparecía y conectaba un puñetazo o una patada en su espalda. Así había sido desde que evolucionó. Entrenando y mejorando su rapidez hasta que ningún enemigo de su nivel -o inferiores- pudieran hacerle frente. Y funcionó a la perfección, su Tamer se alegró muchísimo y el tipo con el que trabajaba, aunque Amateur, se encargaba de comprar lo necesario y persuadir a las chicas.
Al menos, así había sido durante muchos meses. Nada ni nadie los había interrumpido hasta entonces. Incluso cuando pidieron dinero para un adelanto, estaban seguros de que conseguirían devolverlo, pues solían sacar beneficio de sus fotos. No obstante, la mala suerte trajo consigo el rechazo de las féminas, que no querían colaborar con algo tan asqueroso y vergonzoso.
¿Qué se suponía que harían ahora? Debían dinero. Y su reputación no era precisamente la mejor para acercarse a la Central de Tamers. Cuando Haru llamó a la puerta y se hizo pasar por una vendedora, vieron la oportunidad perfecta para arreglar todos los problemas. Quizá no fue el mejor método, lo reconocían, a lo mejor hacerse pasar por malos, con un carácter irascible y comentarios bordes, les había dado una imagen que no era, pero ya era tarde.
Y Rinkmon lo confirmó cuando en vez de hacer daño con su ataque, se topó con la muralla de una espalda física inmóvil, y quedó él magullado. Hackmon se dio la vuelta y trató de propinarle un cabezazo, pero el superhéroe veloz retrocedió y analizó bien la situación. ¿Qué clase de Digimon era? ¿Estaba en su etapa Child, cierto? ¿Entonces cómo era posible que se midiera con él? No... ¿Cómo era posible que no le hiciera ningún rasguño?
Repitió la estrategia. Giró en círculos y encontró un hueco por donde entrar. O eso había creído... Porque en vez de impactar en el pecho del dragón, se encontró con su pata.
—Lo siento —dijo el pequeño sin alzar la voz— Tengo prisa.
Le aplicó un zarpazo en las piernas, inutilizando totalmente sus carreras repentinas, y luego un golpe directo de su frente, noqueándolo. Rinkmon ni siquiera respondió, sus ojos se pusieron blancos y se desplomó de lado, convirtiéndose en un Kokuwamon.
—Ey, tío, podemos hablarlo —El chico levantó los brazos y abrió las manos—. ¿Es tu amiga? Pues te la puedes llevar, no haremos nada para evitarlo.
—Técnicamente nos hemos conocido hoy, pero... —Haru meneó un dedo de izquierda a derecha. Daba la sensación que para ella sólo era un juego— ¡Sí! ¡Somos muy buenos amigos!
—¿Qué estáis haciendo aquí? —interrogó el Expert, cogiendo con cuidado una memoria y mostrándosela al individuo. Leyó: Blitzmon en la tarjeta. La nuez se le movió al tragar saliva.
—Fo... Fotos... Sólo hacemos fotos —respondió lentamente, echando un vistazo de reojo a su compañero digital. Su expresión se suavizó al saber que el derribo y el aturdimiento empezaban a desvanecerse del Digimon—. Eso es todo, te lo prometo. No la he tocado en ningún lugar indebido.
—Aunque me estabas obligando a ponerme algo que no quería. Y no recibí una invitación dulce para ingresar en la vivienda —protestó la japonesa, señalándole con el mismo dedo de antes.
—¿Eso es cierto? —Cada pregunta de Llednar reflejaba su enfado y molestia. A pesar de su corta edad y de que seguramente el secuestrador le superaba en tamaño, sus ojos denotaban madurez y peligro.
—Bueno, sí... Es cierto, pero no es como te lo está contando. Hay un cliente que justamente buscaba una imagen diferente, quería mezclar el atrevimiento de un villano con la luz de un héroe. Se lo he explicado... —Su cuello se movió en dirección de la única fémina— ¿Verdad?
—Me sigue sin convencer esa explicación. El cosplay es más importante de lo que se dice, no es solamente comprar ropa de tu personaje favorito... ¡Es ser tu personaje favorito! ¡¿Y sabes lo qué significa eso?! —Le arrojó las alas del demonio en la cara— ¡Que no puedes ir con dos al mismo tiempo! ¡Se pierde todo el encanto! ¡Y si lo que buscas es un personaje con doble personalidad, tienes muchos donde elegir! ¡Dile a ese cliente que no tiene ni idea de gustos!
<<Haru... ¿Haru está gritando?>> Los dedos del pie de Impmon revelaron que estaba consciente. Se esforzó en colocar las palmas sobre el suelo y entonces se incorporó lentamente, ignorando las chispas y el dolor que recorría cada fibra de su cuerpo. Y gracias a eso, ubicó a PicoDevimon, regresando a la normalidad y alzando el vuelo, listo para completar un placaje en el humano. <<No... No te dejaré...>> El chico le daba lo mismo, pero si se hallaba ahí, significaba que venía a ayudarlos, y si él caía después de aquello, sólo quedaría el dragón. No pensó, actuó. Se propulsó con las piernas y se lanzó en plancha, al mismo tiempo que la figura de Hackmon hacía acto de presencia y ejecutaba la acción de su aliado.
Los tres Tamers observaron, entre confusos y asombrados, la escena, con tres cuerpos golpeándose entre sí y aterrizando malamente encima de papeles, ropa y una cámara de alta tecnología. Akuma y el otro Child se desmayaron, pero el dragón se mantuvo arriba, saltando para que su peso no le diera más problemas al diablillo.
Llednar recuperó la compostura y llamó a la seguridad de File City para que capturaran a los secuestradores, no sin antes recibir su parte, buscando por toda la casa y consiguiendo reunir la cantidad indicada. Los hombres chillaron para dar explicaciones de lo sucedido, pero el pelirrojo no quería escuchar a unos criminales, sólo cumplir con su labor y salvar a la... ¿Asustada fémina? Haru no se comportaba como alguien que había sufrido el trauma de estar en un lugar que no quería, haciendo cosas que jamás creería, ¿no?
Lo cierto era que lo que ocurrió ese día no fue tan horrible como el muchacho se imaginó. Era cierto que la obligaron a entrar y la arrojaron ropa para que se vistiera, pero prometiendo que después de unas fotos, entregarían la paga de Hagurumon y así todos saldrían ganando. Esta gente poseía una clientela peculiar, hombres y mujeres que tenían gustos distintos sobre personajes famosos de la tele, ya fueran series, cantantes o incluso anime. Y Haru aceptó con una sonrisa, encantada de posar con trajes de caricaturas que conocía bastante bien. Pero su vena otaku salió a florecer cuando le instaron a utilizar unas alas de demonio con una aureola de un ángel, reflejando el bien y el mal en una imagen. ¡Y no, no estaba dispuesta a ello!
Impmon y Hackmon quedaron con la idéntica expresión al escuchar la disparatada historia de boca de la chica. Pero Llednar, inocente y preocupado, no la creyó en un principio, repitió una y otra vez si estaba bien, dado que tenía la creencia de que mentía por miedo a ser rechazada después de haber sufrido un secuestro y abusos.
—Todo se hubiera complicado si llegan a ser una Rogue Guild —mencionó el Expert una vez salieron de la tienda del engranaje. El Digimon apenas habló con ellos, les dio las gracias y dio por concluida la misión.
—¿Rogue Guild? —repitió Enoshima ladeando la cabeza. Ya llevaba su ropa normal y la querida mochila en la espalda.
—Es un grupo de gente que se encarga de aceptar y realizar las misiones que otros no cogen, porque estas tienen como objetivo actos... indecentes —resumió Akuma, ojeando con atención el gesto de los presentes—. Dicho de otro modo para ti: son los malos.
<<O no tan malos... Es relativo>> pensó para sí mismo, mas no lo agregó en voz alta. Si un cliente pagaba bien y te pedían intimidar a otro sujeto, ¿qué problema había? Para él era cuestión de volverse fuerte, por lo que no le quitaba el sueño el hecho de ayudar a unos u otros. Lo de ese día sólo significaba que le faltaba poder.
—Mmm... Un momento... —Haru se paró en seco— ¿Me estás diciendo que también existen Guilds de Héroes?
—Los hay —respondió automáticamente el pelirrojo, sin añadir otro comentario.
—¡Akuma! —Por las mejillas infladas y en tono de voz, era evidente que lucía molesta— ¡Nunca me hablaste de esto! ¡Podríamos habernos unido a un grupo para que nos hiciera ca...! ¡Para hacer muchos amigos!
—No salió el tema —se excusó, cruzándose de brazos. No veía a ninguna “Guild” queriendo aceptar a una chica perezosa e inmaduro y un Digimon oscuro.
—¿Tú perteneces a alguna? —quiso saber la joven con los ojos brillosos.
—No.
—¡Pero eres un Expert! —Le apuntó con los brazos— ¡Seguro que puedes crearla desde cero! ¡Yo te ayudaría a invitar a otros! —Su cabeza ya giraba a toda velocidad para formar un equipo que le hiciera el trabajo difícil.
—No me interesa... Estoy mejor solo —Hackmon le dedicó una breve mirada.
—Una chica amateur como yo aprendería mucho de un Tamer veterano como tú —Enoshima puso su mejor cara de niña buena. El pie hacía círculos en el suelo—. No caería en trampas de malhechores, porque a la siguiente estaría preparada, e iría con más seguridad en cada misión. Y si encima se une más gente, seríamos como una familia, con confianza, ayudándonos... ¡Labrándonos una gran reputación, que seguro nos da recompen...!
—Ya lo has oído, Haru; no le hagas incomodar —tajó Impmon, cogiendo a la chica de la mano y tirando de ella—. Lamento las molestias. Os agradecemos mucho la ayuda de hoy con la misión, y también por rescatar a mi Tamer.
—No... No ha sido nada. Cuida de ella —Hackmon le picó con la pata en la rodilla. Sus ojos decían más que mil palabras. Respiró hondo y alzó la voz— ¡Esperad! —El diablillo y la castaña se giraron— Yo... ¡No prometo nada! ¡Pero me lo pensaré!
—¡Arigato, senpai! —Se despidió con una radiante sonrisa.
—No sé si esto va a ser buena idea... —murmuró, llevándose una mano a la cabeza. Sus cejas bajaron al recordar una palabra— ¿Cómo me ha llamado?
—Senpai —memorizó el dragón, igual de extrañado.
<<Lo ha dicho para quedar bien>> Akuma se encogió de hombros. A su lado, la japonesa iba dando saltos de alegría <<Para que Haru no insistiera más. No le volveremos a ver>>
Estaba muy equivocado.