Los miembros de Gungnir se acercaron nuevamente al pelirrojo encargado, en espera de las siguientes instrucciones para continuar con los últimos preparativos y afianzar algunos detalles del desfile. El joven revisó las hojas que siempre traía consigo, palomeando las actividades que ya habían quedado saldadas y comprobando cuáles eran las que quedaban pendientes. Fue entonces que desvió su mirada hacia un grupo en específico, estos no tenían material que recortar o carros alegóricos que decorar, en cambio también estaban disfrazados, pero no eran disfraces cualquiera. Se trataba de uniformes de cuerpo completo de diversos personajes de la celebración navideña, había varios vestidos de pies a cabeza como renos, unos renos gigantes de peluche y solamente había uno que poseía la nariz roja. Otros vestuarios consistían en muñecos de nieve, galletas de jengibre, osos polares y duendes. El pelirrojo les indicó que ese grupo aún se encontraba ensayando los pasos de baile que ejecutarían a lo largo del desfile, pero la persona encargada de transmitir los pasos de baile aún tenía otros grupos que coreografear, así que ellos deberían ayudarle con eso.
Se dirigieron al grupo en cuestión, quienes entre ellos se ayudaban a probarse y colocarse las cabezas de peluche encima, para comprobar qué tan bien les quedaban los trajes. Masaki se acercó y saludó a los presentes, y a la coreográfa que aún se paseaba por ahí. Raisa iba a seguirle el paso cuando algo cerca de ella llamó su atención, aparentemente de la guild a la que pertenecía aquel chico y su Tsukaimon, una joven se había separado de su gremio y se había acercado, de una manera bastante sonriente y efusiva, a la castaña que anteriormente la patata morada había bañado en pintura. El japonés la llamó, pero la de ojos miel estaba demasiado interesada en aquella situación que simplemente evocó un gesto con su mano hacia Nakai, pidiéndole que la esperara.
—
Hola, supe lo que sucedió —pronunció la joven de cabello azulado que se había acercado a la Tamer del Wormmon. La aludida, ya con su traje limpio de Santa, alzó su mirada sin expresar mucho con ella. —
Greg es un cretino, no le hagas mucho caso. ¿Puedo ayudarte en algo?
—
¿Ayudarme? —la castaña arqueó una ceja, recelosa.
—
Sí, a modo de compensación por lo que hizo —la chica le dedicó una sonrisa por demás amable, junto a ella venía un Candmon, quien imitó las acciones de su compañera y sonrió ampliamente. La castaña giró a ver al insecto verde que se encontraba arreglando unos últimos detalles del vehículo en donde ella iría transportándose, encontrándose con la misma extrañeza en su semblante. Aunque la peliazul no parecía ser mala y aparentemente quería ayudarlos, en ese momento su guild se había tomado un momento de descanso para merendar, dejándola a ella y a Wormmon a cargo del carro. —
¿Les falta mucho?
—
No, afinábamos unos últimos detalles y ya —caminó hacia el carro, hecho completamente de distintas variedades de papeles, de tonalidades rojas, verdes y blancas, y uno que otro papel platinado y dorado decoraba algunas partes del vehículo. —
Solo nos falta forrar esta parte —señaló una sección y luego volvió su mirada a la peliazul, que miraba con mucho interés la parte señalada. —
Uh... ¿segura que no debes volver con tu guild?
—
Descuida, ellos no hacen más que molestarse unos a otros, contigo será un trabajo más... apacible —comentó, expandiendo aún más la sonrisa sobre sus labios, para después tomar un pliego de papel y comenzar a “ayudar”. La vela a su lado hizo lo mismo, denotando una amabilidad sobrenatural que sería difícil de creer sin verla personalmente. Nóvikova continuaba viendo todo de lejos, ¿de verdad la de cabellera azul planeaba ayudar? Hace poco la había visto junto al resto de un modo muy poco amigable, sobretodo por la manera en que ella y el resto de su guild parecían llevarse, de forma tosca, violenta y para nada respetuosa.
Era complicado confiar en alguien que había demostrado lo contrario, pero quizás esa chica y su Candmon eran la excepción a la regla cuando se trataba de ayudar. Quizás. Pero por un segundo había olvidado que esos dos gremios, eran guilds rivales, y tanto en la guerra como en un desfile navideño todo se valía. No pasó mucho tiempo hasta que, accidentalmente, la flama que yacía sobre la cabeza de la vela digital tocara uno de los pedazos de papel del carro y este comenzara a incendiarse paulatinamente, comenzando en una zona y amenazando con expandirse al resto. Candmon se alarmó y con un gesto afligido, muy similar al que había esbozado Tsukaimon, intentó disculparse con la Tamer del Wormmon, quien estaba más que impactada y atónita por lo que veía. El trabajo de todo su equipo estaba por irse a la basura, consumido por las llamas. El bicho intentaba hacer algo, lanzando tierra al vehículo con la esperanza de aminorar el fuego, pero no daba resultado. Detrás de ambos, la chica que se había ofrecido a ayudarlos comenzaba a torcer una sonrisa ladina y maliciosa, una que Raisa alcanzó a visualizar a la perfección.
—
Ustedes, ayúdenme a apagar el fuego —pidió con voz firme a dos Digimon que andaban por ahí, en sus propios asuntos, pero que le ayudarían. Se trataba de un Lunamon y un Otamamon, sus Tamers al ver lo que ocurría decidieron ir hacia el carro que poco a poco se convertía en una pila de fuego y humo y cada uno de los seres acuáticos lanzaron ataques de agua para desvanecer el fuego. La miembro de Gungnir no se quedó atrás y materializó nuevamente a Gabumon desde su Digivice, para inmediatamente hacer válido un efecto de una carta sobre él. El lupino sonrió al sentir ese poder tan entrañable en su interior, uno que no poseía sino hasta su última etapa. —
¡Cocytus Breath!
Gabumon lanzó un rayo de aire congelante que se unió al Tear Shoot y Water Jet de sus homólogos, potenciándolos y causando que el fuego rápidamente desapareciera, dejando algunas cenizas a su paso de lo que alguna vez fue un carro cubierto de papeles de colores. Sin embargo, lo que quedó en su lugar maravilló a la castaña, pues ahora su vehículo estaba cubierto de una capa de hielo, pero poseía cero decoraciones, lo cual no lo hacía muy llamativo. Nóvikova se acercó a ella y posó una mano sobre su hombro, mirándola de manera seria.
—
Aún tenemos tiempo de arreglar esto, queda más papel ¿no? —la chica asintió —
bien, entonces te ayudaremos, pero a la próxima vez no recibas ayuda de cierto tipo de gente —aconsejó, sin dejar a un lado su tono severo. La castaña asintió y comenzó a recoger los pliegos de papel que quedaban junto a su Digimon y a Gabumon, quien también se había unido la labor de redecorar el vehículo. Podían hacer de éste algo espléndido ahora que era una estructura gélida, afortunadamente por el clima invernal que se vivía en todo el mundo el hielo resistiría todo el desfile sin derretirse. —
Tú lo viste, ¿cierto? —preguntó la rubia a la nada, mirando por encima de su hombro. El espíritu no tardó en materializarse detrás de ella y asintió.
—
Fue el Candmon, a propósito se inclinó de más para que su llama tocara el papel —afirmó, y junto a Raisa ambos desviaron sus miradas hacia aquel grupo. La peliazul se había retirado del lugar sin decir nada, para reunirse con sus compañeros y jactarse de lo que había hecho con orgullo. Nóvikova suspiró con algo de molestia, mirando de reojo al peliverde unos metros lejos del lugar, mientras intentaba enseñar los pasos de baile que las botargas debían de realizar. Se disculpó con él mentalmente, prometiéndose reunirse con su compañero de guild lo más pronto posible.
—
Ya fue suficiente, vamos.
—
Raisa, ¿qué harás?
Wolfmon se quedó con su pregunta al aire a medida que la fémina se retiraba por un momento del lugar, buscando algún sitio apartado o un escondite para poder realizar la Spirit Evolution sin problemas. Afortunadamente encontró unos pedazos grandes de madera apilados unos contra otros, que podrían cubrirla perfectamente sin llamar la atención. Se ocultó detrás de ellos y extendió su brazo, permitiendo que la tira de códigos apareciera alrededor de su canalizar, haciendo que evolucionara al guerrero de la luz. Se asomó por detrás de las tablas y ubicó nuevamente a aquella guild tramposa y deshonesta, y así decidió acercarse a ellos. En el camino, se topó con un conjunto de hojas que formaban una especie de libreta, idéntica a la que el pelirrojo encargado utilizaba para delegar actividades y revisar sus pendientes. La tomó y así fue como se aproximó al grupo con cierto aire hostil.
—
¿Ya terminaron con su vehículo? —preguntó seriamente, dedicándose a mirar fugazmente a cada uno de sus miembros, un total de cinco Tamers. Los aludidos lo miraron consternados e intercambiaron miradas entre ellos.
—
Disculpa, ¿y tú eres? —preguntó con aire prepotente el compañero del Patamon morado.
—
Uno de los encargados —tajó secamente —
Preguntaré de nuevo, ¿terminaron?
—
No te habíamos visto antes, el pelirrojo menopáusico de allá es el encargado, no tú —indicó ahora la misma peliazul de antes, captando fuertemente la atención de Wolfmon, a quien aún no le respondían la pregunta y eso avivaba más el plan que tenía para ellos.
—
Ese “pelirrojo menopáusico” es mi Tamer —dijo sin más, tomando uno de sus sables y encendiéndolo, lo cual provocó cierta reacción un tanto temerosa en los presentes, quienes retrocedieron ante la hostilidad del Hybrid. Wolfmon tenía la coartada perfecta, pues aparentemente el Digimon oficial del encargado no estaba por ahí o por lo menos no se había presentado como tal, así que podía hacerse pasar por él sin problemas. —
Y por lo que veo, no han finalizado su vehículo.
—
¿De qué hablas? Ya lo acabamos —zanjó el chico, cruzándose de brazos y, según él, admirando su obra de “arte”.
—
No me parece, así que volverán a hacerlo —con su sable comenzó a señalar algunos de los toscos y para nada atractivos adornos que el carro poseía, mismos que Raisa ya había visto mucho antes y que, tanto a ella como a Nakai, no les habían gustado por nada del mundo. —
Tienen quince minutos para finalizar esto de nuevo, es un desfile de Navidad, no una casa de espantos.
—
¡¿Quince minutos?!
—
El desfile comienza hasta más tarde —se quejó otro.
—
Y hay un ensayo de por medio, así que les sugiero que comiencen a moverse, grinchs.
Wolfmon se retiró del lugar, las quejas y berrinches del grupo que dejaba atrás eran música para sus oídos, pero más que nada las acciones que había realizado eran más propias de su portadora que de él, Regresó al escondite de antes y volvió a su forma humana, saliendo de ahí después de cerciorarse de que nadie la veía. A su paso de regreso con Gabumon y la castaña, el Juttoushi volvió a aparecer, caminando a su lado sin que nadie más lo viera.
—
Juraría que ibas a destruir su vehículo.
—
¿Me crees capaz de eso? —el guerrero se limitó a no responderle, dando por sentado una afirmación errónea que incluso él tenía sobre Raisa. —
Iba a cobrarles lo que hicieron de algún modo, pero no por eso me iba a permitir rebajarme a su nivel. Ahora creo que tenemos conceptos distintos de justicia, Wolfmon.
—
No están muy alejados el uno del otro.
Antes de que el par siguiera con su conversación, sin darse cuenta, ya habían llegado con la castaña, quien junto al bicho y el lupino daba los últimos detalles a su carro ahora convertido en una estructura de hielo, decorada por encima con distintas franjas de papel de colores y formas diversas. Le agradeció a la rusa y a su compañero por la ayuda brindada, comentando que ahora ella se encargaría de lo último para que ellos pudieran seguir con sus propios pendientes. Y fue así como por fin dieron a la zona en donde Masaki estaba ejecutando algunos pasos de baile frente al grupo de animales y personajes de felpa. Justo en ese momento, coincidió que la música que sonaba terminara, dando paso a un pequeño descanso a las botargas, quienes se dispusieron a retirarse las pesadas cabezas de encima para poder tomar aire fresco y beber algo de agua. El japonés se acercó a la rubia, que ya había guardado a Gabumon de nuevo en el iC para que siguiera descansando, y la miró de manera indagadora.
—
Perdón, tuve un pequeño retraso —se excusó la fémina, desviando su mirada de la del menor.
—
¿Qué pasó? Vi una ligera conmoción por allá —señaló con su mirada detrás de la rubia, quien miró por encima de su hombro con un desinterés fingido.
—
Oh, eso. Digamos que nuestros amigos estarán algo ocupados para molestar a alguien más —comentó, encogiéndose de hombros. Masaki enarcó una ceja sin entender completamente a qué se refería. ¿Qué había hecho Raisa mientras no la veía?
—
¿Qué hiciste? —no estaba molesto, y eso podía reflejarse claramente al preguntar aquello y al mismo tiempo sonreír, de una manera un poco ocurrente. Nóvikova le devolvió el gesto sin molestarse en responder, apoyó una mano sobre el hombro del varón y continuó su camino de largo, dirigiéndose al grupo de personajes felpudos.
—
Estabas bailando, ¿no? —lo había visto de lejos y le vio bailar, causando que por su pregunta el asiático desviara su mirada ligeramente avergonzado, pues ese tipo de cosas no eran muy propias de él, aunque si se lo pedían y era para ayudar a la excelencia del desfile, sin dudarlo iba a hacerlo.
—
Algo así —murmuró y apuntó a una guía de pasos que debía ayudarles a practicar a las botargas. No era algo muy complicado de hacer, pero debido a que eran coreografías especiales para botargas, hacerlo sin una hacía que la persona se viera bastante graciosa efectuando pasos extraños. —
¿Me ayudas? Ya solo falta la mitad.
Raisa asintió, un poco insegura sobre cómo se vería ella haciendo tales pasos de “baile” que le vio realizar al novio de su mejor amiga. Pero si Masaki se había aventurado a hacerlo ella también lo haría, ambos sentían ese peso de responsabilidad caer sobre sus hombros, y por muy sencilla que la tarea fuera, de ellos también dependía ayudar a los participantes del desfile, a que todo estuviera en forma y orden para cuando diera inicio y, una vez empezado, debían velar por la seguridad de los asistentes y los involucrados en la parade. Y así fue como ambos miembros de Gungnir dedicaron los siguientes minutos a mostrar los pasos de baile al ritmo de una canción navideña en particular, una de las tantas que iban a sonar a la hora del desfile. Era una suerte que ninguno de sus compañeros se encontraran presentes en ese momento, o mejor dicho, eran afortunados de que cierto alemán no los estuviera viendo o usaría todo eso en su contra.
Horas más tarde y tras haber dado las últimas indicaciones y haber efectuado un último ensayo antes del gran momento, el pelirrojo acomodaba a todos en sus respectivas posiciones. Cada guild participante iba ubicada una detrás de otra, con sus miembros sobre el carro alegórico que con tanto esmero y contento habían construido, o bailando frente al vehículo con distintos uniformes y trajes encima. Agumon y Gabumon ya habían salido de los Digivice nuevamente, listos para ahora fungir como guardias de seguridad a lo largo del evento. A los cuatro se les facilitaron unas insignias que los identificaban como agentes de seguridad, las cuales consistían en unos chalecos azul marino con franjas amarillas, los cuales poseían en la espalda la palabra “Security” en letras grandes. Los Digimon únicamente vestían con una cinta que colgaba desde uno de sus hombros y les rodeaba por la cintura, mismo color y con la misma leyenda grabada.
Todo estaba a escasos minutos de comenzar, pues faltaba nada para que dieran las siete de la tarde. En ese tiempo que les restaba, Masaki buscó con la mirada el carro alegórico de aquel grupo en específico, encontrándose con una grata sorpresa al ver que era completamente distinto al que por primera vez habían visto. Sus integrantes no se veían muy contentos, pero ellos eran lo de menos, ahora ese vehículo combinaba con el resto, aunque evidentemente no era tan llamativo como el que el dinosaurio y el lobo habían ayudado a decorar, o aquel que la castaña había redecorado. El peliverde miró a la rubia a su lado, quien simplemente se encogió de hombros, indispuesta a revelar qué era lo que había pasado mientras se ausentó, aunque posiblemente al final ella misma se lo contaría. El sonido de pirotecnia a lo lejos y el resonar de una canción navideña por los altavoces de Star City indicaron que el desfile finalmente daba inicio, siendo recibido por una alegre multitud que bordeaba las calles de la ciudad estrella.
Los vehículos comenzaron a moverse, al igual que los bailarines y otras personas que también fungían como elementos de seguridad al igual que ellos. De algún lado de los edificios aledaños, una lluvia de confeti y objetos brillantes comenzaron a caer, siendo impulsados por el leve viento del ambiente, bañando a todos los presentes con su brillo y color. Ambos Expert traían una especie de comunicadores en el oído que el pelirrojo les había prestado antes de que el show comenzara, iba a necesitar comunicarse con ellos por cualquier percance que pudiese llegar a ocurrir y los necesitaba al pie del cañón si deseaban mantener la seguridad de todos a salvo. Aunque en un inofensivo desfile navideño, ¿qué podría llegar a ocurrir?