Amitiel
Busca lo más vital. . .
Offline
VII.
El objeto que se nos mostró nos causó un curioso sentimiento de satisfacción...
—Aquí tienes. —sin mayor preámbulo el insectoide extrajo una pequeña caja, para entregársela después a Kyo— Por quince etiquetas recibes esto… Que lo disfrutes…
Examinando el premio, comprobamos que se trataba de un reloj de escritorio con un mecanismo similar a un péndulo (cuya forma era parecida a un Leafmon). No era un objeto muy vistoso, la verdad (para ser sincero, creí que la recompensa sería menor); sin embargo el pequeñuelo se mostraba muy contento con lo obtenido, saltando alegremente e intentando posar su cola en el péndulo del reloj (que era la hoja del Leafmon). Con algo de curiosidad, se me ocurrió preguntar por el método para la obtención de los demás objetos:
— ¿Cómo podría obtener esto? —señalé una chaqueta cuya leyenda atrajo mi atención, pues la misma rezaba: ‘Los espectros de Lucemon’ , dando a entender que se trataba de un conjunto de música rock (o eso era lo que creía).
— ¿Esto? —el abejorro respondió, señalando un grupo de cosas (entre las que resaltaba la chaquete, el taburete de pintura y una guitarra), claramente separadas y etiquetadas— Si obtienes cierta cantidad de etiquetas doradas podrás venir a canjear las mismas por alguno de estos objetos.
Alejándonos de aquel sitio, una nueva idea empezaba a asentarse en mi mente, ocasionado que observara con cuidado las atracciones del festival, para ver si alguna ofrecía el boleto mencionado por Funbeemon. Mis intenciones de participar estaban entorpeciendo las actividades que desarrollaba, llegando a tropezar en algunas ocasiones, y en otras, emitiendo ligeras disculpas ante digimon que había llegado a incomodar. Fue el bebé quien me pidió que nos detuviéramos cerca de una aglomeración de tiendas; pese a la extrañeza que me causaba su accionar, decidí esperar pacientemente.
— ¿Qué es lo que pasa, Gabo? Tú no eres así… —girando su cuerpecito, Kyo me observaba fijamente.
Incapaz de mentirle, respire hondo y confesé mis intenciones:
—Recuerdas los boletos que ganaste por participar en tu concurso… —inicié, a lo que el infante respondió asintiendo— Hay otros, de color dorado, que pueden ser canjeados por premios aún mayores… Sólo hay que encontrar tales sitios —concluí, ante la mirada ávida del cachorro, claramente interesado en ganar más objetos.
— ¡Me parece bien! —sonrió, tratando de acomodarse en mi cabeza (algo que no pensaba permitir) — ¡Vamos y comencemos a buscar!
He de admitir que me encanto bastante este periodo de convivencia con el cachorro, pues dimos bastantes vueltas buscando algunas atracciones que pudieran brindarnos al menos un ticket, aunque con resultados negativos (y algunos divertidos). Relativamente cansado por la búsqueda realizada, estaba a punto de rendirme, cuando pude escuchar la melodiosa voz del bebé:
—Y esta, ¿qué te parece, Gabo? —señalaba una tienda de color verde oscuro.
Ingresando a la misma, vimos que su único ocupante era un digimon perfect, que se dirigía a los transeúntes:
— ¡Venga y pruebe su fuerza! —altanero, un peculiar Nanimon (vestido con una chaqueta militar) trataba de atraer la atención de los concurrentes, a la vez que señalaba una variedad de instrumentos, útiles para hacer ejercicio— Pruebe su capacidad enfrentando cada uno de mis desafíos, y si vence los mismos, podrá llevarse algunos de estos “pequeños.” —con soberbia levantó una serie de estampas de color dorado.
Sintiéndome muy confiado (¿qué tan difícil podía ser?), me acerqué al digimon, sin imaginar el futuro que me esperaba…
—Aquí tienes. —sin mayor preámbulo el insectoide extrajo una pequeña caja, para entregársela después a Kyo— Por quince etiquetas recibes esto… Que lo disfrutes…
Examinando el premio, comprobamos que se trataba de un reloj de escritorio con un mecanismo similar a un péndulo (cuya forma era parecida a un Leafmon). No era un objeto muy vistoso, la verdad (para ser sincero, creí que la recompensa sería menor); sin embargo el pequeñuelo se mostraba muy contento con lo obtenido, saltando alegremente e intentando posar su cola en el péndulo del reloj (que era la hoja del Leafmon). Con algo de curiosidad, se me ocurrió preguntar por el método para la obtención de los demás objetos:
— ¿Cómo podría obtener esto? —señalé una chaqueta cuya leyenda atrajo mi atención, pues la misma rezaba: ‘Los espectros de Lucemon’ , dando a entender que se trataba de un conjunto de música rock (o eso era lo que creía).
— ¿Esto? —el abejorro respondió, señalando un grupo de cosas (entre las que resaltaba la chaquete, el taburete de pintura y una guitarra), claramente separadas y etiquetadas— Si obtienes cierta cantidad de etiquetas doradas podrás venir a canjear las mismas por alguno de estos objetos.
Alejándonos de aquel sitio, una nueva idea empezaba a asentarse en mi mente, ocasionado que observara con cuidado las atracciones del festival, para ver si alguna ofrecía el boleto mencionado por Funbeemon. Mis intenciones de participar estaban entorpeciendo las actividades que desarrollaba, llegando a tropezar en algunas ocasiones, y en otras, emitiendo ligeras disculpas ante digimon que había llegado a incomodar. Fue el bebé quien me pidió que nos detuviéramos cerca de una aglomeración de tiendas; pese a la extrañeza que me causaba su accionar, decidí esperar pacientemente.
— ¿Qué es lo que pasa, Gabo? Tú no eres así… —girando su cuerpecito, Kyo me observaba fijamente.
Incapaz de mentirle, respire hondo y confesé mis intenciones:
—Recuerdas los boletos que ganaste por participar en tu concurso… —inicié, a lo que el infante respondió asintiendo— Hay otros, de color dorado, que pueden ser canjeados por premios aún mayores… Sólo hay que encontrar tales sitios —concluí, ante la mirada ávida del cachorro, claramente interesado en ganar más objetos.
— ¡Me parece bien! —sonrió, tratando de acomodarse en mi cabeza (algo que no pensaba permitir) — ¡Vamos y comencemos a buscar!
He de admitir que me encanto bastante este periodo de convivencia con el cachorro, pues dimos bastantes vueltas buscando algunas atracciones que pudieran brindarnos al menos un ticket, aunque con resultados negativos (y algunos divertidos). Relativamente cansado por la búsqueda realizada, estaba a punto de rendirme, cuando pude escuchar la melodiosa voz del bebé:
—Y esta, ¿qué te parece, Gabo? —señalaba una tienda de color verde oscuro.
Ingresando a la misma, vimos que su único ocupante era un digimon perfect, que se dirigía a los transeúntes:
— ¡Venga y pruebe su fuerza! —altanero, un peculiar Nanimon (vestido con una chaqueta militar) trataba de atraer la atención de los concurrentes, a la vez que señalaba una variedad de instrumentos, útiles para hacer ejercicio— Pruebe su capacidad enfrentando cada uno de mis desafíos, y si vence los mismos, podrá llevarse algunos de estos “pequeños.” —con soberbia levantó una serie de estampas de color dorado.
Sintiéndome muy confiado (¿qué tan difícil podía ser?), me acerqué al digimon, sin imaginar el futuro que me esperaba…