El ambiente otoñal podía sentirse en el aire, después de un verano en el que la Guild se dedicó a la reparación de los daños sufridos en File City, finalmente volvían a sus actividades regulares. Evidentemente algunos habían impartido clases en la Academia, cuando tenían tiempo y descanso de las labores de reconstrucción a las cuales ellos mismos se habían ofrecido, incluso el gremio tuvo la reciente y agradable experiencia de convivir con un bebé recién nacido de un Digitama, sirviéndose de esta tarea de niñeros como un parte aguas para regresar a sus labores cotidianas. Con energías repuestas y un merecido "descanso", Gungnir volvía a movilizarse en el Digital World y, aquel día, daba la casualidad que dos de sus integrantes se hallaban en Holy Angel Citadel. Fue un encuentro inesperado, pero no por ello desagradable, pues aún con el tiempo que ambas amigas habían estado frecuentándose los últimos meses les agradaba pasar más tiempo juntas, especialmente si irían a un trabajo como equipo. En especial si se trataba de encontrar al mejor amigo de un oso digital oriundo de la Capital. Después de registrarse en la Central para tomar aquel trabajo, Sylph y Sköll se encaminaron de inmediato al lugar donde encontrarían a su cliente, con el propósito de saber más al respecto sobre su amigo desaparecido.
Llegaron a una de las plazas centrales de la Citadela, gran cantidad de humanos y Digimon transitaban de un lado a otro, ocupados únicamente de sus propios asuntos, ajenos al semblante cabizbajo y pesaroso que un Bearmon sentado a la orilla de una fuente cargaba. Estaba de más decir, que para entonces la ciudad había sido sutilmente decorada con motivos de la festividad humana que pronto se acercaba a las tierras digitales: calabazas, murciélagos y hojas otoñales eran las ornamentaciones que cubrían farolas, establecimientos y anuncios por todo Holy Angel. Aquello únicamente podía indicar que el Halloween estaba por llegar y hasta la ciudad angelical se vestía para la ocasión. Lamentablemente, el osezno no veía nada agradable en dichas decoraciones, su angustia podía más que la celebración que todos parecían comenzar a disfrutar. Finalmente lo encontraron, era un oso de piel grisácea y cintas moradas en ambos brazos, así como un cinturón de la misma tonalidad cruzaba por su pecho y llevaba puesta una gorra con la leyenda "BEARS" inscrita en la parte frontal. Mecía sus patas de un lado a otro, con su mirada zafira clavada en el suelo, denotando una expresión distante. Raisa reconoció de inmediato a la especie que tenía al frente, pues no hace mucho había ayudado a una familia de Gryzmon y Bearmon en la Tierra Espiritual, así que ver al Child le trajo gratos recuerdos de aquella aventura. Se acercaron al cachorro de oso, siendo Coronamon el primero en saltar hacia la orilla de la fuente para colocarle una pata sobre su hombro y una de sus mejores sonrisas.
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Hey, what's up pal? —el felino preguntó, tratando de infundirle confianza y comodidad a su homólogo. El Bearmon ladeó su mirada hacia el león, un gesto triste y apagado, para después devolverla al piso sin decir nada. —
Uh... are you listening? —sabía que ese era el Digimon que era su cliente en aquella misión, pero lo que no entendía era porqué estaba tan cabizbajo, pues de alguna u otra forma encontraría a su amigo perdido. Fue su Tamer quien le pidió que no hostigara al oso con tanta pregunta, mucho menos si le hablaba como usualmente lo hacía, en inglés.
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Hemos venido de la Central, nos dijeron que quieres buscar a tu amigo —pronunció Mai con cierta sutileza, buscando transmitir seguridad al Child.
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Mejor amigo, no es un amigo cualquiera. Strabimon es como mi, no sé, alma gemela —tajó el oso, sin la intención de sonar brusco, mas simplemente deseaba dejar en claro lo importante que el lobo bípedo era para él. Por incercia, ambas féminas intercambiaron miradas silenciosas y, quizás, cómplices. No obstante, decidieron no comentar nada con respecto a la enorme similitud que ellas guardaban con el oso y su compañero.
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¿Qué ocurrió para que huyera? —fue Gabumon el que se animó a preguntar, con su Tamer a sus espaldas mientras se cruzaba de brazos. Nóvikova tenía harta experiencia con esa especie de Digimon, aquel lobo poseedor del Inheritor le había causado tantos problemas y disgustos en el pasado, que enterarse ahora que el amigo al que Bearmon buscaba era uno de su especie le produjo ciertos sentimientos encontrados. No podía meter a todos los Strabimon en el mismo saco, pero aún así las impresiones que se había llevado de ellos siempre resultaban negativas. Quería creer que en esta ocasión era distinto.
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A Strabimon le encanta luchar, y con frecuencia participa en combates organizados en las calles, yo solo lo acompaño para verlo y apoyarle. Pero, la última vez... —el osezno bajó nuevamente su mirada, agachando las orejas —
él perdió contra un Digimon adulto, se supone que él puede con uno de ese nivel, pero en esa ocasión algo ocurrió y fue derrotado.
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¿Es alguien orgulloso? —intuyó la rusa desde su posición. Bearmon alzó el rostro y asintió, sin comprender muy bien como esa humana había dado en el clavo. Raisa giró los ojos, ¿por qué no le sorprendía? Capaz y era idéntico al lobo que enfrentó en aquel partido de baloncesto, quizás y hasta era el mismo... No, debía dejar de conjeturar tantas cosas en su mente, por orden prácticamente muda de Wolfmon, quien apareció para reprocharle con la mirada.
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Lo es y nunca había perdido, llevaba una buena racha de victorias —siguió explicando —
Al notar que su enojo no hacía más que incrementar yo quise ayudarlo, lo único que se me ocurrió hacer fue darle palabras de aliento para que no se sintiera mal, pero... supongo que su furia fue más y me atacó por accidente —fue entonces que el bestia bajó ligeramente el cinturón de su torso y mostró al grupo una herida no tan profunda, que notablemente había sido causada por las filosas garras de Strabimon, misma herida aún continuaba abierta.
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Ow... that'll be a pretty bad scar —murmuró el león con Z'ev posado en su cabeza. Hitomi le lanzó una mirada, y de inmediato Corona se llevó ambas manos a la boca y se disculpó, de nuevo murmurando.
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¿Le dijiste algo después? —quiso saber la pelirroja, mirando de reojo a Raisa, quien se notaba medio aburrida de tanta explicación. Aunque para la japonesa, la situación le resultó en un curioso déjà vu. Sonrió para sí misma y luego devolvió su completa atención a las siguientes palabras del oso.
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¡No! ¡Y yo no me enojé para nada! —movió ambos brazos al frente, negando —
De hecho, entiendo que fue un mal momento para acercarme a él y ahora no sé en dónde se encuentra, supongo que se siente mal por lo que hizo... pero yo quiero que vuelva, es mi amigo —dijo con un tono amargo, repasando la cicatriz en su pecho con una mano, soltando una exclamación cuando sintió que aún le ardía un poco.
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A veces el juicio se nos puede nublar y no pensamos con claridad cuando estamos enojados, pero no fue tu culpa, Bearmon —pronunció la líder de Gungnir, acercándose un poco más para posar una mano sobre la cabeza del mamífero, quien volvió a alzar la mirada, un poco vidriosa porque estuvo a punto de soltar algunas lágrimas. Mai entendía mejor que nadie cómo el Child podía estar sintiéndose, después de todo, parecía que hubiera sido ayer cuando vivió algo similar con su mejor amiga en la isla sin nombre. —
Vamos a arreglar este malentendido y a hacer que Strabimon vuelva, ¿de acuerdo?
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Mientras tanto, tú deberías ir a la clínica a que te traten esa herida —señaló el lupino, pues era un poco peligroso el que no se revisara la herida, por muy pequeña o insignificante que fuera. Bearmon asintió y agradeció al cuarteto, no sin antes informarles que su amigo podía ser un tanto tosco y terca a la hora de querer hablar con él. Mai soltó una ligera risita y miró discretamente a la rusa, quien no entendió esa indirecta de su parte y, en cambio, se dio la media vuelta sin decir más, pues ahora debían buscar al lobo humanoide para convencerlo de volver. Gabumon la siguió de inmediato, dedicándole una última cálida sonrisa a su homólogo bestia.
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Ehm... es probable que esté fuera de la ciudad, le gusta el bosque cuando quiere estar solo —antes de que el último de Gungnir se retirara, en este caso Coronamon, el oso le informó sobre el posible lugar donde podrían encontrar a su mejor amigo. Seguramente no se había adentrado tanto a los bosques de la Tierra Espiritual, por lo que debía seguir en el perímetro colindante entre la Capital y el boscaje. El felino asintió y alzó un pulgar, para después dar un brinco desde la fuente y así alcanzar el hombro de su Tamer. Bearmon, por su parte, suspiró y decidió seguir las indicaciones del Gabumon, dirigiéndose a la clínica más cercana, aún con la preocupación de que Strabi se encontrara a salvo y volviera pronto.