—¡FANTASMA!
… Hasta entonces.
—¡No eres bienvenido aquí!
Ryner frunció los labios. Se había esperado una especie de revuelta, pero no que hubiesen Pokémon que realmente pudieran ocasionarle problemas. De seguro era la temporada alta en el Dojo de Makuhita, era la única razón por la que Pokémon evolucionados, especialmente del tipo lucha, estuvieran en la ciudad… buscando pelea.
—Machoke —alzó las patas en actitud aplacadora, pero algo más que el inmenso músculo a escasa distancia lo hizo callar. Su damita. Seguía a su lado y tenía un extraño brillo en su mirada.
—¿Por qué? —cuestionó con calma.
¿Por qué?…
—¡¿Por qué?!
Sabía que el fortachón era incapaz de hacerle un rasguño a la fantasmita, a comparación consigo mismo, y también sabía que el Machoke sabía que ella sí podía hacerle daño. Por lo que no entendía la razón por la que estaba buscando una pelea que no conseguiría ganar. En cualquier caso, de todas maneras, se le hizo imposible no plantarse en medio y alzar las patas en son de paz.
—Machoke, ella no es culpable de nada —abogó señalándola—. Anda conmigo, perdió la memoria. Sólo quería que conociera la ciudad, nos iremos inmediatamente.
El gigante chasqueó la lengua y enderezó los hombros, mirándolos desde arriba. Pasó con repugnancia de la fantasmita para mirar a su compañero.
—Odio a los de su tipo.
—Lo entiendo —asintió.
—No quiero volver a verla.
—De acuerdo.
Dedicándole otra mirada de odio, el Machoke golpeó el aire antes de perderse por el sendero que llevaba al dojo. Ryner exhaló profundamente, no le hubiera gustado intentarlo, pero era consciente de que por ella se habría metido en una pelea con ese mastodonte. Tomó como un obsequio los grandes ojos coloridos que lo observaban, asomándose desde un costado.
—Por casualidad, ¿no sabes volverte invisible?
Menmerrie sólo sonrió y nunca conseguiría saber por qué. Ella entendió que de esa manera tendrían la oportunidad de pasear sin que nadie les molestara, y le había gustado la idea.
—Nunca me han hecho gracia esos clientes de Makuhita —comentó Mama Kang, quien fue testigo de todo el intercambio.
—Bueno, de alguna manera se tiene que ganar la vida —respondió el Riolu simplemente.
Ni siquiera se habían acostumbrado al silencio dejado tras del Machoke, bueno, tanto silencio como podía serlo con los vecinos murmurando y chismoseando, cuando una figura saltarina llamó la atención de Menmerrie del otro lado del mostrador.
—¡Bufanda! ¡Bufanda!
Era la cría de Mama Kang, sosteniendo en alto una raída bufanda roja. La gran Pokémon la tomó, dándole una cariñosa caricia en la cabeza a su hijo antes de ofrecérsela a Ryner.
—Bien hecho, tesoro.
—Muchas gracias, Junior. Te presento a mi amiga, Menmerrie.
—¿Cherrie? —el pequeño canguro apoyó las patas delanteras en el mostrador, impulsándose para poder ver porque el mueble era más alto que él, sólo sus ojos superando la madera—. Es usted muy bonita, señorita.
La fantasmita rio levemente, haciéndolos sonreír a los tres. Muy a pesar de su tipo, parecía tener todo el encanto de un hada.
—Estás aprendiendo muy bien, Junior —el chacal deslizó una moneda hasta las diminutas manos del cangurito, quien dejó de sostenerse al mostrador para tomarla con una gran sonrisa.
—¡Muchísimas gracias, Ryner!
—Vamos, Junior, te quiero más honrado y menos galán —con un golpecito en la cabeza, Mama Kang lo empujó de nuevo al interior de la casa.
—Gracias por sus servicios —Ryner se inclinó en una reverencia para despedirse de la mayor, empezando a retroceder con la fantasmita yendo a su lado por inercia.
—Es un placer, cariño. ¡Cuídate mucho! Y tú también, dulzura~. ¡Vuelvan pronto!
La sonrisa fue lo último que le dedicó el tipo lucha antes de empezar a prestarle atención al camino que recorría.
—Es muy dulce —murmuró Menmerrie, repentinamente al lado contrario de él, por lo que el Riolu tuvo que girarse al otro lado para sonreírle en acuerdo.
—Es así de maternal con casi todo el mundo.
—Eso es lindo.
—Sí.
Ignorando que se encontraba prácticamente a mitad de la plaza, a la vista de todos los residentes, Ryner se detuvo, provocando que su damita se detuviera con él sin darse cuenta. No perdió un segundo y le rodeó el cuello, el collar de cuentas rojas, con su bufanda, anudándola gentil y suavemente, asegurándose de cubrirlas todas.
—¡Oh! —la fantasmita se alzó unos centímetros antes de volver a descender—. Todo el mundo quería mi collar. ¿Por qué?
—Bueno, para empezar, no están tan acostumbrados como yo a ver tipos fantasmas porque no salen mucho de la ciudad y ellos muy raramente vienen, pero salta a la vista que es lo más importante que tienes. Y lo es, Menmerrie —la miró a los ojos a pesar de saberse débil a su mirada.
—¿Por qué?
A diferencia del momento anterior en el que hizo la misma pregunta, en esta ocasión lo abrumó la ternura, la belleza inocente que la bañaba con sus grandes ojos llenos de curiosidad y la cabeza levemente inclinada. Incluso el vistazo de su preciada bufanda alrededor de su cuello le agregaba tal efecto que lo hacía sentir cálido por dentro. Se sentía bien y mal al mismo tiempo por estar sintiendo eso.
Deseaba más que nada responderle, pero tantos ojos y oídos en ellos lo ponía nervioso. Tuvo que haber pensado en eso antes de abrir la boca.
—Te lo contaré luego —murmuró rápidamente, retomando su camino—. ¿Tienes hambre?
—¡Oh, sí!
Como todos en la ciudad, no solo Machoke, parecían sentirse incómodos con la presencia de la fantasmita, Ryner se esforzó en hacer que su parada en la tienda de los hermanos Kecleon fuera corta. Se hizo con un par de manzanas y guio a la damita al norte de la plaza, al lugar más tranquilo que conocía. El estanque.
Agradecía a Arceus que el pez gato no se encontrara al final del camino de piedras, en el centro del estanque, porque así podrían respirar y tener un poco de privacidad. Al querer ofrecerle su manzana, descubrió maravillado el deleite de Menmerrie al ver la gran cascada y sus acompañantes gemelas y decidió que podía esperar un rato más.
~***~
Ya terminé,
Soncarmela 