- Aquí tienes, una DigiMemory de Allomon tal como encargaste.
- ¡Genial, gracias!
En una pequeña tienda que podía ser descrita mejor como un depósito de libros, un Wisemon se encargaba de hacer "negocios", entregando una pequeña tarjeta a un emocionado Tamer que había llegado al lugar en compañía de su compañero, un Falcomon. El joven recibió de manos del Perfect el objeto, alzándolo para verlo de más cerca. Efectivamente, la memoria portaba la imagen de un Allomon, uno idéntico al que tanto le había costado derrotar para obtener su DigiCode. Depositó el objeto en su cinturón y, tras pasarle al forjador una suma de Bits por sus servicios, se despidió y salió de la tienda, ansioso por probar su nueva adquisición en una batalla.
- Vuelva cuando gusten.
Con esa despedida hecha, el enigmático Digimon se estiró en su puesto, observando su "local" provisional sin nada más interesante que hacer. Ya había terminado con los pedidos del día y, juzgando por la hora, era poco probable que otro cliente llegara en ese momento. ¿Tal vez era momento de cerrar por el día? Miró el reloj en la pared y contestó su pregunta, por lo que a continuación se introdujo en su libro, desapareciendo del Mundo Digital y dejando esa pequeña tienda completamente desolada.
En el interior de "The Book", Wisemon avanzó por su despacho y laboratorio con parsimonia, buscando alguna actividad en la cual matar un poco de su aburrimiento. En su inspección el Perfect se detuvo frente a su propia estantería de libros, inspeccionando los elegantes lomos de cada uno de los ejemplares que, diligentemente, había recolectado durante años. No tardó mucho antes que uno en específico captara su atención: Un grueso y pesado libro enciclopédico de color verde, justo lo que el erudito necesitaba para una noche de lectura ligera.
- Veamos...
Con cuidado de no dañar el preciado ejemplar con sus garras, Wisemon lo extrajo de la estantería y lo posó entre sus manos, soplando por costumbre aunque en su dimensión no había polvo para acumularse en sus pertenencias. Al ver su portada el Digimon recordó automáticamente de que era el libro y cual era su origen: Se trataba de una enciclopedia de leyendas del Mundo Digital, escrita a mano por un colega que había conocido año atrás y obsequiada por él mismo. Rió para sus adentros al memorar esos días. Aquel Digimon compartía su sed de conocimiento y pasión, sin embargo también era bastante terco cuando algo llamaba su atención. Si su memoria no fallaba - y rara vez lo hacía - Wisemon podía recordar que ese colega incluso había convencido a un conocido de ambos de crear en masa y comercializar una especie de "Canalizador" en base de una investigación que él había publicado en su libro. El resultado, tal y como había podido predecir el Perfect, había sido un fracaso: Al no ser accesible el objeto a "canalizar", el invento había resultado inutil, al menos para cualquiera que no le hallara propósito a un "brazalete muy caro".
- Ah, me pregunto sí...
Aquella pequeña divagación había encendido la curiosidad del alquimista, interesado en descubrir más sobre que había llevado al autor a convencer a su amigo de que tal patraña era posible en primer lugar. Recordando que no había leído ese libro en más de un año, antes de empezar su "trabajo" como CodeSmith, se decidió entonces por desentrañar ese misterio, volviendo a su silla para empezar la ardua lectura. Aquel despacho quedó entonces en un silencio sepulcral, solo roto por el ocasional sonido de las páginas al pasar.
[...]
- Ah, ahí está.
Le había tomado un rato, producto de entretenerse en los múltiples interesantes pasajes que aquel ejemplar ofrecía, pero finalmente Wisemon había hallado lo que buscaba: El origen de la teoría del autor del libro. Leyendo detenidamente y analizando al detalle, la hábil mente del Perfect pronto comprendió de que se trataba el tema: Era una simple teoría sobre transformar códigos en esos objetos, con un método muy similar a la alquimia que él mismo utilizaba. Un tema interesante sin duda, pero que tenía una falla primordial: Aquellos "códigos de data" descritas en el pasaje no existían en el Mundo Digital. En otras palabras, los "ingredientes" eran el problema. Wisemon se extrañó, ¿de donde había sacado su colega esa teoría? Sonaba como un mito, no un hecho que justificara llevar a la ruina económica a otro con un invento que...
Fue ahí cuando lo entendió, cuando el sabio miró de reojo a su propia mesa de trabajo. Al momento de la publicación del libro, aquellos códigos no existían, sin embargo... ¿Podían ser lo mismo que los DigiCode que él utilizaba? Su mente inquisitiva empezó a trabajar a toda marcha ante esta interesante posibilidad por lo que pronto, luego de despejar su escritorio para tener el espacio libre, Wisemon sostuvo el libro y volvió a releer el pasaje, tomándolo esta vez no como un texto acádemico sino como, en un sentido más literal, un "libro de recetas".
- "Primero el código raíz" - leyó Wisemon para luego hurgar entre sus pertenencias. Al parecer esa era la parte primordial del experimento, un código específico que debía estar en la fórmula y que determinaría su resultado final. Leyendo las teorías del autor y combinándolos con sus conocimientos, pronto el historiador descrifó la clave de ese fragmento: De acuerdo a sus cálculos, solo cerca de veinte, tal vez un poco más, códigos servirían; basándose en las leyendas e ilustraciones y comparándolo con las especies actuales que correspondían a aquellas descripciones. Pronto encontró el DigiCode adecuado, extraído por él mismo de un guerrero ígneo que había conocido tiempo atrás. Diligentemente, Wisemon extrajo la cinta y la colocó con cuidado en la mesa, para luego continuar leyendo.
- Lo siguiente es... "códigos compatibles"
Eso era más subjetivo, puesto que el alquimista había descubierto anteriormente, mediante la siempre confiable "prueba y error", que tratar de combinar DigiCodes en uno solo, puro u objeto, provocaba un rechazo inmediato -casi siempre acompañado de una explosión y/o pérdida de ambos códigos-. Aún así, la sed de conocimiento de Wisemon era suficiente para seguir experimentando, por lo que pronto su mente se dedicó a descifrar la nueva parte del acertijo frente a él. "Compatibilidad con la raíz"... Debía pensar en base al Guerrero ígneo y, por ende, en la leyenda que lo rodeaba, lo cual lo hacía más sencillo. La respuesta pronto llegó en la forma de dos códigos más, pertenecientes a Digimon del mismo nivel que, de acuerdo con la teoría de Wisemon, cumplían el requisito. Los tres DigiCodes quedaron entonces desplegados en la mesa, dejando a Wisemon listo para la siguiente parte de su experimento.
- Ahora...
Aunque su expresión era impasible, su decepción fue notable al ver que el próximo paso era mucho más vago, algo de esperarse considerando que la teoría que estaba leyendo se había hecho sin una demostración práctica o sin la existencia del objeto en primer lugar. Después de leer la poca información, Wisemon decidió aplicar sus propios conocimientos en ese momento para completar el experimento. Así fue como, empleando sus destrezas como forjador de DigiCode, el Perfect empezó a crear algo nuevo: No buscaba que el resultado fuera una carta o DigiMemory, esta vez deseaba obtener algo similar a lo que proponía el libro. De hacerlo, no solo un nuevo mundo de posibilidades se abriría ante él y el Mundo Digital entero, también redimiría el "cuento de hadas" y la "ruina económica" de sus dos antiguos colegas.
[...]
Con la noción del tiempo perdida por completo, Wisemon no supo cuanto le tomó culminar aquel experimento, sin embargo eso no le importó en lo absoluto puesto que su pequeño "proyecto" había resultado un éxito. Frente a él el DigiCode había desaparecido, forjado y convertido en un objeto que, a diferencia de trabajos anteriores, no era una carta o una DigiMemory. Era más bien una pequeña estatuilla, un "tótem" idéntico al de los pasajes de las leyendas que aquel libro con tanta emoción narraba. Wisemon se reclinó de su asiento y contempló, satisfecho, su creación. No había duda, eso revolucionaría su negocio de una manera inesperada.
- Ahora, me pregunto si...
Por supuesto, que estuviera satisfecho no significaba que se iba a conformar con lo que ya había logrado. Su mente siempre le pedía más, ir más allá de la teoría, llevar una hipótesis hacia sus límites lógicos. Preso de la emoción, el Historiador pronto empezó a ojear los pasajes en busca de inspiración para su siguiente paso. Había creado ya un tótem, faltaba confirmar si funcionaba en realidad pero, siendo él, estaba seguro que lo haría. Siguiendo y adaptando la "receta", podría hacer lo mismo con los otros ventiún modelos conocidos restantes así que eso tampoco le interesaba probar eso en ese momento. Quería algo nuevo: ¿Tal vez un tipo nuevo? ¿Una fusión de varios? Las posibilidades eran infinitas para alguien con recursos y una mente como la suya. Pronto varios DigiCode estuvieron en la mesa, siendo hábilmente disecados y fusionados nuevamente alrededor del tótem ya creado. Las manos del Digimon se movían con velocidad mientras sus ojos pasaban como dardos del libro a la mesa de trabajo. Al cabo de unos instantes, una reacción ocurrió: Los datos se juntaron y empezaron a brillar intensamente, aumentando al tope las expectativas del forjador.
[!]
Una sonora explosión y humo llenó el taller del Perfect, que pronto salió del caos creado tosiendo levemente. Podía intuir que había "sobrecargado" su experimento, puesto que en lugar de este y los DigiCodes usados ahora solo quedaba cenizas y una marca en su escritorio que posiblemente no se borraría. Suspiró mientras se sacudía la ropa, para luego buscar el lado positivo. Había aprendido una valiosa lección: "Abstenerse de añadir Data de más y solo seguir la receta del-"
-... Ah....
Si bien su escritorio había sido lo suficientemente robusto para aguantar el estallido de su experimento, lo mismo no podía decirse del preciado libro que había provocado todo, el cual ahora estaba reducido a papel chamuscado, totalmente inservible y imposible de leer en ese estado. La decepción pronto llegó a Wisemon, que solo pudo tomar los restos de su posesión y lanzarlo a una papelera cercana. Eso sería un problema, podía tratar de contactar a su colega pero, conociéndolo, este se sentiría ofendido por lo ocurrido con el libro, al punto de tal vez no querer darle otra copia. Su única esperanza sería que, por azares del destino, llegara a él alguien que tuviera una. Tal vez así el forjador podría volver a intentar ese experimento más adelante.