Instantes después del momento de tensión dentro del cuartel, Raisa decidió salir del mismo a tomar un poco de aire fresco, con el riesgo de toparse con Hitomi que previamente había salido también de la cabaña. No quería ni sentía la necesidad de dar explicaciones, por lo que planeaba guardárselo y quedarse callada, no había servido conversar con Ewain, menos iba a resultar con la pelirroja, desde su punto de vista. Rodeó el HQ, topándose con una especie de colina que le brindaba una vista panorámica del oceáno y sobre la cual Von Kaulitz había decidido establecer el cuartel de Gungnir. Gabumon quiso acompañarla a pesar de que la rusa se lo negó en un principio, pero como fiel compañero no podía permitirse separarse de ella, mucho menos en el estado en el que ahora se encontraba. Temía que en uno de esos arranques inconscientes Raisa llegase a abortar la misión y abandonara al resto sin decir nada, aunque con todo lo vivido hasta ahora la creía poco capaz de decidir aquello, lo mejor era prevenir que lamentar.
Fue así que Nóvikova se encontraba contemplando la vista hacia el mar desde aquella elevación a espaldas de la cabaña. El viendo soplaba suavemente, acariciando su cabellera con sutileza y haciendo que unos cuantos mechones se movieran al compás del aire. El lobo decidió sentarse a la orilla de la colina para apreciar la misma vista que su Tamer presenciaba, ambos se mantuvieron en silencio, aunque más que nada esa decisión fue tomada por Raisa, quien se veía reticente a compartir una conversación con cualquiera en ese momento, inclusive si se trataba de su propio compañero. Se sentía molestia, irritada y sobre todas las ganas sentía la necesidad de dejar fluir todo lo que traía guardado, aún si eso significaba dejar salir a flote lo más bajo de su persona. Su resolución llegó al bajar la mirada y ver un cúmulo de piedras pequeñas alrededor del terreno, se agachó para recoger una y al tomarla se quedó contemplándola por breves segundos. Gabumon la siguió con la mirada, expectante a lo que haría con aquel objeto.
De pronto, la rubia lanzó la piedra hacia el mar, con la mera intención de golpear sus aguas con ella. Aunque desde esa distancia era una tarea difícil de lograr, tomando en cuenta que las rocas no poseían el peso esencial para llegar a transportarse tantos metros en el aire. Y aún así, Raisa siguió imitando su primera acción una y otra vez, lanzando las piedras hacia el océano, cada vez con mayor fuerza e ímpetu. Todas caían lejos de la costa, sobre la tierra o la arena, dependiendo la potencia con la cual la fémina las arrojaba, pero paulatinamente eso comenzó a cambiar y, a medida que la rusa tiraba las piedras con mayor agresividad, más cerca quedaban éstas de la costa. Su objetivo era claro, golpear el agua al no tener algo más que golpear. El lobo no veía razón para preocuparse, su Tamer estaba canalizando su molestia en aquella actividad, así que esperaba que al menos llegara a funcionarle. Varios minutos transcurrieron en silencio, en los cuales lo único que se escuchaba eran algunos bufidos por parte de la rubia cuando oponía más vigor en cada lanzamiento. De pronto, el espíritu se manifestó a sus espaldas.
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Beetmon está de regreso —informó, en cuanto percibió el regreso del representante del trueno. Minutos atrás había sentido su presencia adentrarse al cuartel, pero ahora volvía a salir muy próximo a ellos, por lo que vio pertinente el comunicarle aquello a su portadora. Nóvikova dejó de hacer lo que hacía y miró por encima de su hombro, topándose con el germano que iba saliendo de la cabaña visiblemente incómodo y apresurado. Los zafiros y dorados chocaron por primera vez en varios días, pues la última vez que se habían visto la mano de la fémina había ido a parar fuertemente sobre la mejilla del alemán. Mantuvieron aquel rígido y frívolo intercambio de miradas por un par de segundos más, hasta que fue la rusa la que la desvió.
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Nakai debió dejarlo donde lo encontró —tajó fríamente, como si Hanz se tratara de un perro callejero que el peliverde había traído a casa. Después de la reacción infantil de Blake lo último que quería era saber algo más del azabache, su presencia solo empeoraría la situación y las cosas en aquella maldita isla. Wolfmon no respondió nada, únicamente se limitó a intercambiar miradas con su homólogo de trueno, antes de que el otro par continuara su camino hacia quien sabe dónde.
Durante el transcurso de los siguientes minutos, Raisa se mantuvo haciendo lo mismo sin mediar palabras con nadie, golpeando el aire con las rocas con mayor dureza. No fue sino hasta que las piedras en el suelo se terminaron que finalizó aquella actividad y se sentó a un lado de Gabumon, dedicándose solamente a contemplar el mar frente a sus ojos. Así pasaría prácticamente el resto del día, sin ánimos de volver al interior de la cabaña y sin interés alguno por solucionar la tensión que actualmente Gungnir vivía. Eventualmente las cosas tal vez mejorarían, era eso, o posiblemente estaban frente a los últimos días de existencia de la lanza que nunca fallaba.
O O O
Los días transcurrieron sin ningún cambio. El ambiente en la cabaña se tensaba más con cada intento de plática que alguno de los miembros de la guild lanzaba al aire, con la esperanza de que conversar sobre trivialidades haría que las cosas se relajaran un poco más. El resultado siempre era negativo. Los únicos que parecían no estar recluidos en sus habitaciones lo que restaba del tiempo eran la pareja de japoneses y el español, a quien generalmente se le veía sentado en la sala común leyendo. En tanto, los otros tres decidían confinarse en sus cuartos, únicamente saliendo por lo indispensable a la cocina o para abandonar por algunas horas la cabaña. El ambiente distaba demasiado con el que habían vivido durante la cena navideña semanas atrás, ¿en dónde había quedado aquella unión? Era algo que la líder se preguntaba, pero tanto ella como Masaki tenían su fe bien puesta en el resto de sus compañeros, sabían que las cosas mejorarían y, tal como lo había dicho Irismon, ese viaje era lo que más necesitaban en ese momento.
Un día antes de la fecha estipulada del viaje, Mai decidió ir a la Central de Star City a recoger el equipo que se había establecido les prestarían para la expedición. Masaki y Hanz la acompañaron para recoger todo lo necesario, pues eran quienes tenían en sus posesiones un Keychain, que les facilitaría el traslado de todas las provisiones y equipamiento para la misión. Había sido el japonés quien, antes de partir a la ciudad, se adentró en la habitación del escocés para pedirle su Keychain, sabiendo de antemano que no sería conveniente para nadie que Ewain y Hanz se vieran o tuvieran que hacer algo juntos. Sí, iba a darse una situación así durante la expedición, pero preferían no adelantar otra posible discusión que pudiera hacer cambiar de parecer al azabache. Los encargados de la Central se aseguraron de depositar sobre el mostrador todos los objetos que Gungnir llevaría consigo y tras haber revelado el equipo completo, el joven que les había atendido procedió a señalar cada uno.
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Aquí tienen comida y agua para dos semanas, les durará lo suficiente si utilizan lo necesario —puntualizó. —
Les facilitamos equipo de campamento, comunicadores, un botiquín de primeros auxilios, baterías para cada D-Terminal y bengalas —a medida que hablaba, el encargado fue apuntando cada uno de los objetos, mismos que los integrantes de Gungnir comenzaron a distribuir entre los cuatro Digimon Keychain que llevaban consigo, hasta que finalmente quedó todo guardado. —
Debido a que esto es propiedad de la Central se les solicita devolver el equipo sin daños, ¿entendido? —la pelirroja asintió de inmediato —
que tengan buen viaje, cuídense.
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Muchas gracias —tras las últimas palabras, el grupo se retiró de la Central, encaminándose de regreso a la cabaña, para así finalizar con las preparaciones e irse a dormir antes del gran y tan esperado día.
No les había tomado mucho tiempo llegar al lado nor-oeste de Folder, pues habían recurrido a Firamon, Garurumon, Pegasmon y Lighdramon para transportarse hacia el lugar donde la embarcación zarparía de manera puntual, pues si algo había quedado claro para el grupo era que los querían extremadamente puntuales en el puerto. Y mientras el león alado y el pegaso transportaban a sus respectivos Tamers, acompañados del peliverde junto a su novia; sobre el lomo del lobo iban montados tanto Raisa como Esteban y Belzie. Hanz viajó sobre el dragón de armadura negra, y sorpresivamente ni él ni la rusa compitieron esta vez por ver quién llegaba primero a la bahía en esa carrera, aparentemente ninguno tenía interés de prestarle importancia al otro, al menos por ese día.
Fue así como Gungnir se presentó minutos antes de la hora pactada en la Bahía de los Salvadores, devolucionando a sus compañeros en cuanto dieron con el muelle en el cual la embarcación aguardaba por ellos. Era un barco de tamaño considerable, aunque no tan imponente como la majestuosidad del Zeit Krokodile, se veía firme y resistente, ideal para cruzar el Net Ocean rumbo a la isla sin nombre. Raisa contempló el barco y torció una mueca que pasó desapercibida por todos, aún a pesar de que comenzaba a acostumbrarse a los viajes que usualmente realizaba entre Isla File y ese continente, todavía no le agarraba un gusto total al oceáno, y ahora estaba a punto de adentrarse a aguas desconocidas tanto para ella como para el resto de sus compañeros.
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¿Qué estamos esperando para abordar? —tajó el germano, poniendo con firmeza e inquietud un pie sobre la rampa que los conduciría a la cubierta del barco.
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Al Capitán, supongo —musitó Vee, quien aprovechaba el momento para ver a cualquier jovencita costera caminar por ahí con pocas prendas sobre sus femeninos y delicados cuerpos.
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No debe tardar, nos citó aquí a las siete —Hitomi revisó la hora en la pantalla de su dispositivo de mensajería, mientras el infante sobre su hombro se dedicaba a admirar la embarcación que los llevaría a aquella isla misteriosa y nueva para todos. Se sentía como todo un explorador adentrándose a la aventura, era una sensación similar a la vivida en las ruinas de Amida tiempo atrás, aunque mucho más excitante. —
Trajeron todo con ustedes, ¿right? —preguntó a su grupo, solo para asegurarse y corroborar que a nadie se le hubiera olvidado algo de valor.
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¿Qué no confías en que traeríamos todo? —espetó la dura voz de la rusa a sus espaldas, ocasionando que la asiática se girara levemente para verla con un gesto extrañado, enarcando la ceja. Raisa la miró fijamente sin decir nada más, y nuevamente Mai no encontró las palabras adecuadas para responder a las corrosivas palabras de su amiga, por lo que terminó devolviendo su vista al frente a medida que oprimía uno de sus puños. Coronamon sintió aquello, esa tensión en el cuerpo de su compañera y acarició su cabello, en un intento por tranquilizarla.
Unos pasos avecinaron la presencia de alguien acercándose a ellos, era el sonido de unas duras botas caminando por la cubierta en dirección hacia la guild. Los Tamers viraron sus miradas en cuando el carraspeo de una garganta se hizo escuchar a su lado, topándose finalmente con aquel que era el dueño y Capitán del navío.