Ninshuu
Gran abuelo
Offline
―Debo reconocer, Sayuri-san, que el desarrollo del festival ha superado mis expectativas ―concedió el líder de Nami no Sato, alzando su bebida como si propusiera un brindis. Cuando sonreía, su largo bigote canoso trazaba un gracioso arco horizontal.
―Permítame estar de acuerdo con Okane-dono ―dijo el representante de la Nube, imitando el gesto.
El veterano Okane lideraba la Aldea de las Olas desde hacía varios años, y fue uno de los principales promotores de que las Olas se hubiera erigido como un lugar neutral y amable para formar lazos entre las comunidades ninja que así lo deseasen. Secretamente, había decidido retirarse y lo anunciaría a la conclusión del festival.
―Gracias, Okane-dono, Warheit-san, pero el mérito no es solo mío, sino de los organizadores ―repuso con diplomacia, demasiada. Solo su educación superaba su narcicismo―. ¿Qué opina usted, Kametsubo-san?
El aludido la miró con ojos saltones. El representante de la Niebla era alguien sigiloso y discreto, que pretendía hablar lo justo. Se sentía fuera de la pecera en esos eventos sociales y ese era el principal motivo de su silencio. Era irónico porque la primera impresión que daba era muy distinta, debido a su cabello rojizo y alborotado, sus ojos bien abiertos y su semblante tranquilo. Todo lo contrario a Warheit, cuyos rasgos nórdicos, cabello plateado y mirada apagada, hacían contraste con su jovialidad; él sí estaba en su onda.
―Pienso igual ―dijo el kirigakurense, inclinando la cabeza reverencialmente.
Los cuatro presentes disfrutaban de exquisitos platillos en una de las habitaciones privadas de la Academia Internacional. Durante horas, cada quien por su lado disfrutó de las áreas habilitadas para la celebración, pero desde hacía media hora convivían allí para charlas de temas protocolares, e incluso, temas a tratar entre las villas mencionadas y Nami.
―Es hora de la cena ―anunció Sayuri, poniéndose de pie. Su kimono de colores se extendió liso como era―. Por favor, acompáñenme a la Playa Miyakoyima.
El recorrido fue muy corto. La costa estaba justo frente a las instalaciones de la Academia. Estaba anocheciendo y la temperatura era más baja entonces, especialmente cerca del mar. Pero todo estaba fríamente calculado (you see what I did there?): los encargados del protocolo habían encendido fogatas alrededor de la playa, además de instalar una larga fila de tiendas ambulantes que parecían grandes cajones con ruedas, con una ventana que daba al interior y un vendedor para servir los platos que cada cual ofreciera.
Los asistentes se estaban movilizando casi en hordas hacia la zona, y los más avispados se apresuraron en alcanzar los puestos de comida antes de que se hicieran largas filas. El único puesto abandonado, frío y solitario fue el destinado a ofrecer todo tipo de ensaladas, porque, convengamos… nadie va a un festival a comer matas con condimento (salvo que sean del mar). La encargada de éste último estaba llorando desconsolada pero a nadie le importó.
El tiempo se dejó ir sin freno y la luna se plantó frente al mar, tan monumental que daba la impresión de haberse asomado para presenciar mejor la celebración. El mar era ya casi tan oscuro como un abismo con destellos plateados, pero ¿quién tenía ganas de dormir? La mayoría estaba con el estómago lleno y tomaron asiento formando círculos alrededor de las fogatas para compartir (había “círculos” de historias de terror y viejas leyendas ninja, entre otros).
―¡Miren! ―exclamó una estudiante, apuntando al cielo―. ¡Lluvia de estrellas!
Un coro de “oooh’s” sobrepasó el sonido del romper de las olas. La observación de la aspirante a kunoichi se regó como la pólvora y pronto la totalidad de los asistentes se encontraba apreciando el espectáculo. Había una cantidad incalculable de destellos en el cielo, como una constelación al desnudo, alrededor de la cual se formó un halo de tonalidades púrpuras y azul neón. Quien hubiera tenido la fortuna de ver estrellas fugaces debía admitir que aquello era mil veces más impresionante.
―Es una señal de que los dioses nos bendicen ―dijo alguien, y varios estuvieron de acuerdo con efusividad. Para otros este fue un comentario tonto.
―O una coincidencia ―repuso alguien más, ganándose risas sardónicas en apoyo y un buen puñado de miradas disgustadas.
Al cabo de un rato, cuando ya la mayoría había olvidado el fenómeno, algunas miradas seguían fijas siguiendo las estrellas, las cuales parecían estar fijas en su lugar, solo que… Midori Inuzuka se rio de sí misma por tener esa idea, apostó a que se trataba de una ilusión visual, pero una inspección adicional le produjo un tamborileo en el corazón.
La sensei retrocedió un par de pasos, con el rostro desencajado. Acudió a Tenshi, a quien zarandeó suavemente del hombro para que oyera sus sospechas. El joven rio con incredulidad, haciendo un ademán con la mano.
―Es tu imaginación, Midori ―dijo con rotundidad―. Están muy lejos y es muy fácil confundirse.
―Tenshi, por favor, míralas bien. Hazlo por unos segundos, un minuto tal vez, pero hazlo ―pidió Inuzuka con ojos suplicantes, provocando que el chuunin suspirara.
―De acuerdo. Si eso te tranquilizará…
Pero Kaguya varón sintió la misma punzada cardíaca que su compañera cuando se percató de lo mismo que ella. Ambos intercambiaron miradas muy serias.
―¿Te diste cuenta?
―Es solo nuestra imaginación. Estoy sugestionado ―razonó Tenshi, llevándose una mano al mentón―. Claro que es eso.
―Cada vez son más grandes.
―No.
―Cada vez se hacen más grandes más rápido.
―Midori…
―Las estrellas fugaces a veces caen en la superficie terrestre. ¿Qué tal si…?
―Aún si fuera el caso, las probabilidades de que caigan cerca de aquí son prácticamente nulas.
―Pues yo las veo venir justo hacia acá.
―¡No puedes calcular eso! ―rebatió Kaguya, soltando un resoplido. La fémina se mordió el labio inferior, sin despegar su visión de las estrellas destellantes―. Sé que no te divierten estos eventos, a lo mejor eso hace que tu mente te esté jugando una mala pasada.
―Dios mío, ¡son más grandes!
―Ya te dije que ―Un vistazo al cielo nocturno le robó el aliento―. ¡Sayuri-san!
La constelación creciente había adquirido una tonalidad rojo fuego, lo cual terminó por convencer al chuunin de que el peligro era real. Ambos dieron vueltas sobre su propio eje tratando de ubicar a la directora, esfuerzo en el que perdieron un valioso minuto. Sayuri estaba detrás de las multitudes que no se habían juntado en las fogatas, junto a Okane y los representantes de la Nube y la Niebla.
Ella percibió el semblante desesperado de los sensei y se excusó con los diplomáticos para atenderles. Tenshi le explicó la situación en un tono revolucionado, y cuando ella pidió que hablara más despacio, incluso él tuvo problemas para mantener la compostura.
―Lo que dices no tiene sentido ―dijo la directora, pero su actitud cambió apenas distinguió las estrellas, que se vislumbraban varias veces más grandes que al principio y con una inapelable aura de furia―. Las probabilidades de que…
―Es imposible calcular el área de colisión, pero sé que será cerca de aquí ―aseguró Midori―. Necesitamos prepararnos. Podemos instruir al resto de sensei para que realicen jutsus de barrera. Los invitados pueden refugiarse en la Academia.
―Con discreción ―indicó Sayuri―. Las probabilidades son casi nulas.
No obstante, tal discreción sería imposible. Algunos asistentes también se habían percatado del alarmante tamaño de los puntos rojos, que conformaban parte de un horizonte que parecía cada vez más cercano e inevitable. Era como si literalmente alguien hubiera realizado varios disparos desde otro lado de la galaxia justo hacia la playa. Así las cosas, los gritos y las actitudes espantadas no se hicieron esperar.
―Si no los matan los meteoritos lo harán los derrumbes ―argumentó el sensei Hisao, informado de la situación, cuando le pidieron guiar a los invitados al interior de la Academia.
―No tenemos una opción mejor ―lamentó Akiyama.
Las multitudes estaban retirándose hacia las instalaciones designadas; el principal obstáculo eran unas amplísimas escaleras donde varios tropezaron y cayeron, provocando un cuello de botella que clones de sombras de los sensei se esmeraban por deshacer. Los profesores reales se ubicaron en la costa, con el oleaje acariciando sus tobillos. A la de tres realizaron una larga cadena de sellos de manos y ubicaron sus manos en la arena, produciendo una semicúpula traslúcida que empezó a extenderse a la diestra y siniestra de la playa y a una altura tal que podría cubrir el edificio principal a sus espaldas.
La mayoría había logrado acceder a la Academia cuando, sin tiempo para que el Kekkai conjunto abrazara por completo la zona, la constelación rojiza se agigantó a una velocidad exponencial tal que el más escéptico abandonó sus dudas respecto a que serían impactados.
El primer asteroide quebró la barrera como una tortilla y cayó sobre el puesto de ensaladas. Nada que lamentar. El impacto produjo un golpe sordo de altos decibeles y una onda expansiva que tumbó a los sensei. Dos más se precipitaron en el patio trasero de la Academia, dejando una estela de humo que se elevó en el cielo nocturno. Si había un Dios a quien rezarle, ese era el momento, porque otro de los monstruos espaciales se ensañó con el área donde se refugiaban las multitudes.
Sin tiempo, sin piedad, sin últimas palabras, otro asteroide silenció una plétora de voces para siempre al estrellarse contra las escalinatas, que quedaron hechas puré color sangre. Los golpes cayeron unos tras otros como martillazos, cruzando la barrera no ya como una tortilla sino como niebla. Sayuri y los representantes de la Nube y el Agua lograron salvarse en el último momento gracias a sus reflejos, pero el viejo Okane no tuvo la misma suerte. La Aldea de las Olas necesitaría un nuevo líder.
Entre la nube de polvo, hollín y retazos de fuego procreados por la estela de las piedras se escuchaba, a duras penas, el lamento de aquellos que se desgarraban la garganta pidiendo ayuda por tener algún miembro o la mitad de sus cuerpos atrapados, con algún ser querido en brazos al que se le escapaba la vida. Era una escena que no hacía falta verla para sentir escalofrío; el sonido poco a poco suplantó el devastador silencio que inundara a todos por la conmoción. Y de golpe todo se convirtió en ruido.
Eventualmente, la lluvia de meteoritos cesó, dejando tras de sí una ola de destrucción. Sayuri se puso en pie torpemente, con su kimono arruinado, y su cabello en igual o peor estado, enmarañado y sucio. La directora giró sobre sus propios talones, desorientada, sobreponiéndose al shock para exclamar:
―¡Todos los ninja, estudiantes, realicen la evaluación del accidente! ¡Asistan a los heridos!
Y entonces podría decirse que se dio el festival por concluido.
―Permítame estar de acuerdo con Okane-dono ―dijo el representante de la Nube, imitando el gesto.
El veterano Okane lideraba la Aldea de las Olas desde hacía varios años, y fue uno de los principales promotores de que las Olas se hubiera erigido como un lugar neutral y amable para formar lazos entre las comunidades ninja que así lo deseasen. Secretamente, había decidido retirarse y lo anunciaría a la conclusión del festival.
―Gracias, Okane-dono, Warheit-san, pero el mérito no es solo mío, sino de los organizadores ―repuso con diplomacia, demasiada. Solo su educación superaba su narcicismo―. ¿Qué opina usted, Kametsubo-san?
El aludido la miró con ojos saltones. El representante de la Niebla era alguien sigiloso y discreto, que pretendía hablar lo justo. Se sentía fuera de la pecera en esos eventos sociales y ese era el principal motivo de su silencio. Era irónico porque la primera impresión que daba era muy distinta, debido a su cabello rojizo y alborotado, sus ojos bien abiertos y su semblante tranquilo. Todo lo contrario a Warheit, cuyos rasgos nórdicos, cabello plateado y mirada apagada, hacían contraste con su jovialidad; él sí estaba en su onda.
―Pienso igual ―dijo el kirigakurense, inclinando la cabeza reverencialmente.
Los cuatro presentes disfrutaban de exquisitos platillos en una de las habitaciones privadas de la Academia Internacional. Durante horas, cada quien por su lado disfrutó de las áreas habilitadas para la celebración, pero desde hacía media hora convivían allí para charlas de temas protocolares, e incluso, temas a tratar entre las villas mencionadas y Nami.
―Es hora de la cena ―anunció Sayuri, poniéndose de pie. Su kimono de colores se extendió liso como era―. Por favor, acompáñenme a la Playa Miyakoyima.
El recorrido fue muy corto. La costa estaba justo frente a las instalaciones de la Academia. Estaba anocheciendo y la temperatura era más baja entonces, especialmente cerca del mar. Pero todo estaba fríamente calculado (you see what I did there?): los encargados del protocolo habían encendido fogatas alrededor de la playa, además de instalar una larga fila de tiendas ambulantes que parecían grandes cajones con ruedas, con una ventana que daba al interior y un vendedor para servir los platos que cada cual ofreciera.
Los asistentes se estaban movilizando casi en hordas hacia la zona, y los más avispados se apresuraron en alcanzar los puestos de comida antes de que se hicieran largas filas. El único puesto abandonado, frío y solitario fue el destinado a ofrecer todo tipo de ensaladas, porque, convengamos… nadie va a un festival a comer matas con condimento (salvo que sean del mar). La encargada de éste último estaba llorando desconsolada pero a nadie le importó.
El tiempo se dejó ir sin freno y la luna se plantó frente al mar, tan monumental que daba la impresión de haberse asomado para presenciar mejor la celebración. El mar era ya casi tan oscuro como un abismo con destellos plateados, pero ¿quién tenía ganas de dormir? La mayoría estaba con el estómago lleno y tomaron asiento formando círculos alrededor de las fogatas para compartir (había “círculos” de historias de terror y viejas leyendas ninja, entre otros).
―¡Miren! ―exclamó una estudiante, apuntando al cielo―. ¡Lluvia de estrellas!
Un coro de “oooh’s” sobrepasó el sonido del romper de las olas. La observación de la aspirante a kunoichi se regó como la pólvora y pronto la totalidad de los asistentes se encontraba apreciando el espectáculo. Había una cantidad incalculable de destellos en el cielo, como una constelación al desnudo, alrededor de la cual se formó un halo de tonalidades púrpuras y azul neón. Quien hubiera tenido la fortuna de ver estrellas fugaces debía admitir que aquello era mil veces más impresionante.
―Es una señal de que los dioses nos bendicen ―dijo alguien, y varios estuvieron de acuerdo con efusividad. Para otros este fue un comentario tonto.
―O una coincidencia ―repuso alguien más, ganándose risas sardónicas en apoyo y un buen puñado de miradas disgustadas.
Al cabo de un rato, cuando ya la mayoría había olvidado el fenómeno, algunas miradas seguían fijas siguiendo las estrellas, las cuales parecían estar fijas en su lugar, solo que… Midori Inuzuka se rio de sí misma por tener esa idea, apostó a que se trataba de una ilusión visual, pero una inspección adicional le produjo un tamborileo en el corazón.
La sensei retrocedió un par de pasos, con el rostro desencajado. Acudió a Tenshi, a quien zarandeó suavemente del hombro para que oyera sus sospechas. El joven rio con incredulidad, haciendo un ademán con la mano.
―Es tu imaginación, Midori ―dijo con rotundidad―. Están muy lejos y es muy fácil confundirse.
―Tenshi, por favor, míralas bien. Hazlo por unos segundos, un minuto tal vez, pero hazlo ―pidió Inuzuka con ojos suplicantes, provocando que el chuunin suspirara.
―De acuerdo. Si eso te tranquilizará…
Pero Kaguya varón sintió la misma punzada cardíaca que su compañera cuando se percató de lo mismo que ella. Ambos intercambiaron miradas muy serias.
―¿Te diste cuenta?
―Es solo nuestra imaginación. Estoy sugestionado ―razonó Tenshi, llevándose una mano al mentón―. Claro que es eso.
―Cada vez son más grandes.
―No.
―Cada vez se hacen más grandes más rápido.
―Midori…
―Las estrellas fugaces a veces caen en la superficie terrestre. ¿Qué tal si…?
―Aún si fuera el caso, las probabilidades de que caigan cerca de aquí son prácticamente nulas.
―Pues yo las veo venir justo hacia acá.
―¡No puedes calcular eso! ―rebatió Kaguya, soltando un resoplido. La fémina se mordió el labio inferior, sin despegar su visión de las estrellas destellantes―. Sé que no te divierten estos eventos, a lo mejor eso hace que tu mente te esté jugando una mala pasada.
―Dios mío, ¡son más grandes!
―Ya te dije que ―Un vistazo al cielo nocturno le robó el aliento―. ¡Sayuri-san!
La constelación creciente había adquirido una tonalidad rojo fuego, lo cual terminó por convencer al chuunin de que el peligro era real. Ambos dieron vueltas sobre su propio eje tratando de ubicar a la directora, esfuerzo en el que perdieron un valioso minuto. Sayuri estaba detrás de las multitudes que no se habían juntado en las fogatas, junto a Okane y los representantes de la Nube y la Niebla.
Ella percibió el semblante desesperado de los sensei y se excusó con los diplomáticos para atenderles. Tenshi le explicó la situación en un tono revolucionado, y cuando ella pidió que hablara más despacio, incluso él tuvo problemas para mantener la compostura.
―Lo que dices no tiene sentido ―dijo la directora, pero su actitud cambió apenas distinguió las estrellas, que se vislumbraban varias veces más grandes que al principio y con una inapelable aura de furia―. Las probabilidades de que…
―Es imposible calcular el área de colisión, pero sé que será cerca de aquí ―aseguró Midori―. Necesitamos prepararnos. Podemos instruir al resto de sensei para que realicen jutsus de barrera. Los invitados pueden refugiarse en la Academia.
―Con discreción ―indicó Sayuri―. Las probabilidades son casi nulas.
No obstante, tal discreción sería imposible. Algunos asistentes también se habían percatado del alarmante tamaño de los puntos rojos, que conformaban parte de un horizonte que parecía cada vez más cercano e inevitable. Era como si literalmente alguien hubiera realizado varios disparos desde otro lado de la galaxia justo hacia la playa. Así las cosas, los gritos y las actitudes espantadas no se hicieron esperar.
―Si no los matan los meteoritos lo harán los derrumbes ―argumentó el sensei Hisao, informado de la situación, cuando le pidieron guiar a los invitados al interior de la Academia.
―No tenemos una opción mejor ―lamentó Akiyama.
Las multitudes estaban retirándose hacia las instalaciones designadas; el principal obstáculo eran unas amplísimas escaleras donde varios tropezaron y cayeron, provocando un cuello de botella que clones de sombras de los sensei se esmeraban por deshacer. Los profesores reales se ubicaron en la costa, con el oleaje acariciando sus tobillos. A la de tres realizaron una larga cadena de sellos de manos y ubicaron sus manos en la arena, produciendo una semicúpula traslúcida que empezó a extenderse a la diestra y siniestra de la playa y a una altura tal que podría cubrir el edificio principal a sus espaldas.
La mayoría había logrado acceder a la Academia cuando, sin tiempo para que el Kekkai conjunto abrazara por completo la zona, la constelación rojiza se agigantó a una velocidad exponencial tal que el más escéptico abandonó sus dudas respecto a que serían impactados.
El primer asteroide quebró la barrera como una tortilla y cayó sobre el puesto de ensaladas. Nada que lamentar. El impacto produjo un golpe sordo de altos decibeles y una onda expansiva que tumbó a los sensei. Dos más se precipitaron en el patio trasero de la Academia, dejando una estela de humo que se elevó en el cielo nocturno. Si había un Dios a quien rezarle, ese era el momento, porque otro de los monstruos espaciales se ensañó con el área donde se refugiaban las multitudes.
Sin tiempo, sin piedad, sin últimas palabras, otro asteroide silenció una plétora de voces para siempre al estrellarse contra las escalinatas, que quedaron hechas puré color sangre. Los golpes cayeron unos tras otros como martillazos, cruzando la barrera no ya como una tortilla sino como niebla. Sayuri y los representantes de la Nube y el Agua lograron salvarse en el último momento gracias a sus reflejos, pero el viejo Okane no tuvo la misma suerte. La Aldea de las Olas necesitaría un nuevo líder.
Entre la nube de polvo, hollín y retazos de fuego procreados por la estela de las piedras se escuchaba, a duras penas, el lamento de aquellos que se desgarraban la garganta pidiendo ayuda por tener algún miembro o la mitad de sus cuerpos atrapados, con algún ser querido en brazos al que se le escapaba la vida. Era una escena que no hacía falta verla para sentir escalofrío; el sonido poco a poco suplantó el devastador silencio que inundara a todos por la conmoción. Y de golpe todo se convirtió en ruido.
Eventualmente, la lluvia de meteoritos cesó, dejando tras de sí una ola de destrucción. Sayuri se puso en pie torpemente, con su kimono arruinado, y su cabello en igual o peor estado, enmarañado y sucio. La directora giró sobre sus propios talones, desorientada, sobreponiéndose al shock para exclamar:
―¡Todos los ninja, estudiantes, realicen la evaluación del accidente! ¡Asistan a los heridos!
Y entonces podría decirse que se dio el festival por concluido.
Así empezamos esta MT que, por supuesto, tratará asuntos importantes para todo NG. Los participantes que aparecerán abajo fueron los únicos que lograron completar lo que se dijese para poder hacerlo. Los que no pudieron conseguirlo o no quisieron darle una oportunidad al rol libre, no hay problema, podrán participar en otra ocasión. La única excepción que habrá será la de aquellos que nada más hicieron un post pero que solamente podrán participar de esta etapa (de esta breve parte por estar en el festival).
¿Qué les toca a los usuarios ahora? Redactar sus impresiones. ¿Cómo vivieron la situación? ¡Vamos, muéstrennos! ¿Cuál es el estado de sus personajes? Ninguno de ustedes murió, pero: ¿se hirieron? ¿Casi les cae algo encima? ¿Vieron personas morir? Sean creativos.
-Mínimo de palabras: 300.
-Cada vez que hagas un post con la condición anterior, tendrás derecho a lanzar un dado de 10 caras; eso será equivalente a la cantidad de experiencia que irás acumulando para tus STATS.
-Máximo de post para esta etapa: 5.
-¿Pueden socializar entre ustedes? Sí.
-Tienen hasta el miércoles (mañana) en la tarde para escribir al respecto y aprovechar el bonus.
Participantes fijos:
Verwest
Reira
Nya
Yuudai
Hayden the dark king
Chisuka-Kun
Bishamon
Solo por esta etapa:
Angelo.
Lazy
¿Qué les toca a los usuarios ahora? Redactar sus impresiones. ¿Cómo vivieron la situación? ¡Vamos, muéstrennos! ¿Cuál es el estado de sus personajes? Ninguno de ustedes murió, pero: ¿se hirieron? ¿Casi les cae algo encima? ¿Vieron personas morir? Sean creativos.
-Mínimo de palabras: 300.
-Cada vez que hagas un post con la condición anterior, tendrás derecho a lanzar un dado de 10 caras; eso será equivalente a la cantidad de experiencia que irás acumulando para tus STATS.
-Máximo de post para esta etapa: 5.
-¿Pueden socializar entre ustedes? Sí.
-Tienen hasta el miércoles (mañana) en la tarde para escribir al respecto y aprovechar el bonus.
Participantes fijos:







Solo por esta etapa:
Angelo.
Lazy